7.

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Tomás.

La pelinegra tenía la cabeza acostada sobre mi pecho, mientras que con mi mano acariciaba su pelo. Los dos estábamos tendidos en el pasto de mi patio, pasábamos cada tarde que podiamos juntos, nos gustaba nuestra compañía, al menos a mi si me gustaba estar con ella. -Cuando vea una estrella fugaz, voy a pedir un deseo.- informó, con una sonrisa.

-¿Cuál va a ser tu deseo?

-No vale si te lo digo.- frunció su boca
-Pero, va a ser referido a vos.

-Pedile a la estrella que me haga millonario, tener una casa gigante, una lancha, mujeres...- alcé las cejas. -Na, mujeres no necesito si te tengo a vos.

Rodó los ojos y se alejó de mi fingiendo celos, yo solté una risa y la acerqué, subiéndola encima mío. En mi patio nadie podía observarnos, así que eso nos daba la libertad de hacer lo que se nos antoje. Toqué su culo y lo apreté, haciendo que se ría en medio de nuestro beso. -Atrevido.- susurró.

-Puedo serlo aún más...- llevé mi boca a su cuello, dejando besos ahí, sintiendo como jadeante intententaba desesperadamente tocarme, y que la toque. -¿Querés que sea atrevido?

Gimió cuando mordí el lóbulo de su oreja. -Sí, quiero.

La dejé abajo mío y la observé, lo único que la alumbraba era la luz de la luna que hoy estaba más brillante que nunca, como si fuese especialmente para nosotros. -Acordate que no voy a hacer nada que no quieras.- asintió mirándome a los ojos, tomó mi mano y la llevó a su cadera, haciéndome saber que, al igual que yo, quería. Junté nuestras bocas nuevamente mientras me deshacía de su pantalón corto, toqué su vagina por encima de la tela haciéndola tirar la cabeza hacia atrás. -Tranquila...- dije, cuando quiso tocar mi miembro con anhelo.

Dejé un camino de besos desde su cuello hasta su escote, donde retiré su top y comencé a besar sus pechos. Tomó mi pelo, con fuerza, haciéndome saber que lo disfrutaba. Mi miembro ya estaba erecto, como si fuese poco, tenerla abajo de mí, desesperada, era una de las mejores cosas.

-Tomás...- murmuró con los ojos cerrados, retiré su tanga y mi pantalón junto con mi bóxer y mi remera. -Sos... Hermoso.

Sonreí sintiéndome afortunado de tenerla a ella.

Tomé su cadera con fuerza, mirándola a los ojos, para que sepa que lo mío no era cualquier cosa, que yo, le estaba haciendo el amor. Algo que seria su recuerdo, un recuerdo de nosotros, que esperaba que podamos compartir miles de veces. De su mochila sacó un preservativo y me lo coloqué. Estimulé su vagina antes de introducirme en ella, fue fácil, por lo excitada que estaba al igual que yo.

Se aferró a mí, clavándome las uñas en la espalda. Todavía no podía creer que esto estaba pasando, un amor que nacía entre los dos gracias a un encierro de 48hs. -Julieta...- jadeé, moviéndome más rápido, causando que ella gima fuerte.
-Te quiero.

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-¡Tomás!- exclamó mi amigo sacándome de mis pensamientos, saqué mi sonrisa estúpida de mi rostro y lo miré. -¿Qué onda? Ni me diste bola a todo lo que te dije.

Carraspeé la garganta. -Si, disculpa... Estaba en otro mundo.

-Me di cuenta ¿Que paso? ¿Estás enamorado?

-¿Que?- me reí. -No.

-Entonces sacá esa sonrisa boluda de tu cara y dame bola. Hay una joda en el barrio, van un par de pibas, las que nos gustan a nosotros.- me guiñó el ojo. -¿Te prendes? Obvio, si sos Crackero.

-No creo...- suspiré.

-¡Bueee!- gritó cruzándose de brazos.
-Me estoy liberando de apoco de mi hermana y ahora sos vos el que se pone la gorra.

-¿Liberarte de tu hermana?

Rodó los ojos. -Si. Cuando la vengan a buscar mis viejos la pierdo, se va a España con ellos. ¿No te conté?

-No.

¿Ella se iría, y no me dijo nada?

48 horas | Croazzu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora