5.

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Julieta.
Último día de encierro.
04:30 a.m

-¿Decís que se den cuenta que estamos acá adentro?- preguntó Tomás preocupado, mientras palpaba la pared en busca de algún sonido.

-Sí. Es obvio que la portera en algún momento va a tener que venir, y es ahí, donde nosotros dos, nos vamos.

-¿A estudiar? ¿A casa? ¿A dónde?

Suspiré. -Solo sé que quiero irme a mi casa. Dormir, bañarme y hacer las cosas que hacia normalmente.- comenté. -Solo faltan unas horas...

-¿Y qué querés hacer?

-Nada.- suspiré. -Esperar que pasen las horas.

-¿Sabías que mi fantasía...?

-No vamos a tener sexo.

Rodó los ojos. -No hablaba de eso... Decía que mi fantasía sexual es comer tantas hamburguesas hasta quedar en coma. Sería la muerte perfecta ¿No?

-Sos raro. Ya estás alucinando.- le di la espalda. -Descansa, eso te va a hacer bien.

Pasó su brazo por mi cintura y suspiré. Unas horas más y adiós Tomás...

{•••}

Abrí mis ojos a causa de que hacían fuerza para abrir la puerta, pero como con mi acompañante estábamos acostados en el piso, impedíamos que lo hicieran. Me levanté rápidamente y agarré mis cosas, por todo ese barullo, Tomás se despertó.

La puerta, después de tres días, fue abierta. Nunca sentí tanto alivio junto.

-¿Qué hacen acá ustedes?- preguntó la portera, confundida.

Sin decir nada, dejé un beso en su mejilla y corrí fuera de ese pequeño lugar. Llegué hasta la puerta de entrada, donde todos los chicos entraban descansados por su fin de semana. Si supieran lo terrible que fue para mí.

-¡Julieta!- escuché detrás mío, era Tomás. ¿En serio? -¡Banca!

-Ya te libraste de mí, podes irte, alejarte... ¡Libertad, Tomás!

-Pero, creí que... Ahora que pasamos tiempo juntos y nos llevamos mejor, podríamos ir a comer algo...

-Sí, yo a mi casa y vos a la tuya.- su sonrisa se desvaneció. -No me malentiendas, pero la pasé muy mal ahí. Nos vemos otro día.

Asintió con una sonrisa a boca cerrada y me fui de la escuela antes de que alguien pudiera verme. Al llegar a casa, nadie estaba, como siempre. No me molestaba, de todas maneras no quería ningún interrogatorio de nadie.

En la pared había un papel de mi hermano que decía: "Salí con los chicos, quedate en casa y pedí delivery para la cena." Sí, cuando digo que no le importaba ni un poco era real.

Él ni siquiera se dió cuenta de que yo faltaba. Removí esos pensamientos de mi cabeza y entré al baño para darme una ducha rápida y acostarme en mi hermosa cama.

{•••}

El descanso no duró mucho. El martes había llegado, y consigo, tener que volver a clases. Esta vez me esmeraría por no tener que entrar de nuevo al cuarto de limpieza. No pasaría ni cerca.

Entré a la escuela topándome con las miradas de siempre, Jazmín estaba sentada en el último banco así que fui hasta ella. -Boluda.- exclamó al verme.
-¿Dónde estabas metida? Te busqué todo el fin de semana.

-Qué raro que Tomás no le contó nada a medio colegio.- dije, rodando los ojos.

Abrió su boca en O, sorprendida.
-¡¿Estuviste con él?! Yo sabia que algo entre ustedes pasaba, si...

-No, no, no, no.- me apuré a decirle antes de que empiece a sacar teorías sucias sobre lo que yo podría estar haciendo con Tomás.

-Fuimos obligados a quedarnos juntos. Los dos nos quedamos encerrados en el cuarto de limpieza, la puerta la cerraron y bueno... Estuvimos sábado y domingo ahí.

-¿En serio? ¿Y que hicieron? ¡Contame todo!

-Nada de lo que te imagines pasó, Jazmín. Discutimos un poco... Bastante. Pero a lo último nos hicimos ¿Amigos?- fruncí el ceño. -Solo espero nunca jamás volver a pasar tiempo con el estúpido ese.

Jazmín quedó perpleja. Pálida, casi. Hasta que entendí porqué: -Pensé que éramos amigos.- dijo una voz detrás mio, una voz que conocía bien.

La cagué.



48 horas | Croazzu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora