7. Torre + Corte de cabello

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“El Dragón de Plata”

Al oriente del valle, en el punto donde aparece el sol cada verano, existe una cordillera de místicas montañas siempre verdes. En el centro de la cordillera se encuentra “La torre del Dragón”, una saliente de roca sin vegetación, labrada naturalmente por una hermosa cascada que cae a ambos lados de ella. Su altura es, por mucho, mayor a la caída del agua y en la parte mas alta tiene una cueva donde desde hace siglos duerme el Dragón de Plata, guardian de las montañas esmeraldas y protector de nuestras tierras.

Una vez al año, en el día en el que el sol aparece justo detrás de la torre, mi pueblo, Los Erse, realizan una procesión hasta allí. Se envía una comitiva compuesta de siete doncellas, doce guerreros, tres sabios, una decena de cantores y cinco de los mejores herreros.

Al llegar, los guerreros ayudados por los herreros afianzan y refuerzan las estructuras que permiten ascender hasta la cueva de la torre. Una vez está todo listo la procesión sube. Los sabios van al frente y detrás de ellos los cantores; de cerca les siguen las doncellas flanqueadas por los guerreros y al final los herreros con la carga.

Es la labor más sagrada y el privilegio más grande, al que como mujer puedas aspirar, ser una de las doncellas del dragón.

Los cantores han de recitar los cánticos ancestrales a fin de que el dragón esté en calma y pueda llevarse a cabo la monumental labor.

Mi nombre el Milla y este año yo soy una doncella del dragón. 

Conforme vamos subiendo se escuchan cada vez con mayor intensidad bufidos, gruñidos y otros sonidos aterradores que erizarían la piel de los más valientes.

—Este año esta particularmente molesto — dice una de las doncellas de más edad.

—No te preocupes, los cantores saben como tranquilizarlo —agrega la que va junto a mí después de ver el miedo en mi rostro.

Una vez en la cima entramos lentamente a la cueva una vez que los sabios nos indican que ya no hay peligro. El interior no es obscuro, tiene una fluorecencia natural que encandila.

—No lo entiendo. —Estoy algo desconcertada.— ¿En dónde está el dragón?

—Allí, en el fondo —responde uno de los guerreros señalando con su espada una madeja irreconocible de hojas, tierra y pelos.

—¿Eso?

—Ya veo por qué está tan molesto. —Sin miedo una de las doncellas se acerca a lo que creo es su cara. 

—Este año la temporada de tormentas fue más larga y los deslaves fueron horribles — dice uno de los sabios revisando el daño—, seguramente quedó atrapado por un deslizamiento de tierra

—Con un buen corte de cabello se sentirá mejor.

Es una labor titánica y dura varios días y noches. Mientras los cantores y los sabios se turnan entonando arrullos e historias en un lenguaje que no entiendo, nosotras las doncellas limpiamos, cortamos y desenmarañamos el largo y grueso pelaje del Dragón.

—¿Y esto… una ardilla? —grita una de las doncellas al otro lado de la bestia de plata mientras las demás rien y el pobre animal corre a la salida

Los herreros no tienen descanso, deben mantener afilados los instrumentos y de vez en cuando reparar los que se rompen, solo ellos conocen el secreto de ese material capaz de cortar el pelo que en otros casos es impenetrable. Es por eso que la labor de las doncellas es crucial, si cortamos demasiado dejamos vulnerable a nuestro protector y por el contrario si es muy poco, el pelo crecerá y se enredará antes de tiempo.

Despúes de varios dias el Dragón de Plata está feliz y libre de el exceso de pelo. Sale de la cueva y se dá un buen baño bajo la cascada. Cuando regresa solo resta cepillarlo para retirar los pelos sueltos.

En todo este tiempo los guerreros han vigilado celosamente la entrada de la cueva, el pelo de dragón es muy valioso y existen bandidos que harían lo que fuera para obtenerlo. Con este material elaboramos las ropás de nuestros guerreros, ligeras como la tela y resistentes como el acero. Si es fundido -secreto que solo nuestros herreros conocen- se pueden hacer armas y hasta estructuras muy resistentes. Por eso el dragón es nuestro tesoro, además de nuestro benfactor y mutuos protectores. 

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