Ayer la vi. Sí, estoy segura. Era ella. Estaba agazapada entre las sombras, esperando a su próxima víctima. Pronto seré yo; lo sé. Me ha mirado con sus vacíos ojos negros, tan oscuros como las profundidades del infierno. Me ha mirado y he sentido cómo me dejaba completamente sin respiración. Sólo una mirada suya puede hacerte estremecer. ¡Oh, sí! ¡No te imaginas lo terrorífica que es! Claro, tú no puedes verla. Al menos no todavía. Pero la verás. Todos la vemos alguna vez. Es algo tan seguro. Lo único seguro en la vida, en realidad.
Hace tiempo que la intuyo cerca de mí. Pasa a mi lado y me provoca los escalofríos que de vez en cuando me atacan por sorpresa. Es como si alguien te estuviese respirando en la nuca con un aliento gélido. Empiezas a temblar sin saber por qué. ¿Nunca se ha sentido así? Aunque no lo admita sé que sí. Ella nos ha rozado a todos alguna vez en la vida.
No le importa lo que pueda sentir; el miedo, el pavor... Pasa a mi lado y me hace desfallecer. Hasta ahora, siempre ha ido a por otros, pero ya queda menos. Me va a tocar a mí. Si la hubiese visto, no la habría olvidado. Se habría vuelto loco, se lo aseguro. Tan loco como lo estoy yo.
Está sentada, pálida y resplandeciente bajo la luz de la luna. Sólo la veo durante unos segundos, de reojo, pero es suficiente para echarme a temblar. Su mirada no se dirige a mí, pasa a través de mi cuerpo como si yo no estuviese. Frío, frío, frío. Es como si sus ojos fuesen un puñal de hielo atravesando mis entrañas. Y no me ve, me ignora; pasa a través de mí como un fantasma, como una sombra; su mirada me oprime el pecho y me impide respirar... Congela hasta la última gota de mi sangre.
Me volví para saber quién sería el próximo en acompañarla entre las tinieblas y cuando miré de nuevo ya no estaba. ¿Quién estaba detrás de mí? ¿Quién sería el siguiente? Está deseando que le facilite esa información. Pero no puedo. Si se lo dijese no volvería a por mí. Prometí guardar silencio. No puedo decirlo o ella ya no volvería a dejar que la viese. ¡No volvería a por mí! No, no, no, no, no
¡Ayer salí al jardín! Me dejaron rodar por la hierba y correr entre las rosas. Pude respirar el aire libre toda la tarde. Hasta el anochecer. Entonces el aire se enrareció, se volvió más espeso y frío, más difícil de respirar; se oscureció la luz, el sol cayó; se abrió la grieta por la que ella siempre vuelve. ¿Alguna vez se va? Imposible. No descansa. Tiene mucho que hacer. Muchas... víctimas.
No me cree, ¿verdad? No, da igual lo que me diga. Me da la razón como a los locos. Pero yo no estoy loca y no me importa lo que piense. Yo sé lo que veo, sé lo que siento. Y no puede convencerme de lo contrario, porque usted no me entiende, usted no la ha visto. ¡¡USTED NUNCA ENTENDERÁ TODO LO QUE YO HE VIVIDO!!
No... Sí que lo hará... Lo entenderá el día que ella llegue a su lado y le bese en los labios, el día en que le robe todo lo que es, el día que le mire directamente a los ojos y se beba su vida. Lo entenderá. ¡Oh, sí! ¡Lo hará! Llámeme loca si quiere. Puede que lo esté. Pero mi locura tiene su historia. Y en esa historia aparece ella. ¿Le interesa? ¿Sí? Quiere entenderme, ¿verdad? Le encantaría... ¡Está bien! ¿Por qué no? Pero le aseguro que verá las cosas de otra manera; verá las cosas como yo o. o creerá que estoy completamente loca, claro.
Era una noche como cualquier otra; ni fría ni cálida, ni clara ni oscura... Nada anunciaba que pudiese ocurrir algo extraño. Volvía a casa conduciendo, con la música a todo volumen, como siempre. No había nada diferente. ¿Cómo imaginar que aquella noche empezaría mi obsesión? Aparqué delante de casa, apagué el motor y me relajé como acostumbraba a hacer. Dejé que la canción que sonaba terminase antes de salir. Nunca, nunca, nunca he dejado una canción a medias. No se puede dejar una canción a medias. Abrí la puerta del coche y me dispuse a bajar, pero entonces algo llamó mi atención, un reflejo vago a través de la ventanilla. Miré sin poner demasiada atención: suficiente para captar su figura borrosa. Antes de dejar que la información llegase a mi cabeza, aparté la mirada. Había visto algo, pero no sabía qué. Miré de nuevo. Nada. Se había ido.
¿Pero por qué me costaba tanto tomarlo como un absurdo espejismo? Porque no lo era. ¡NO LO ERA! ¡Ella es real! Las pesadillas comenzaron ese día. Repetía una y otra vez el momento en el que la había visto. Pero cada vez su figura era más clara, hasta que una noche me desperté empapada en sudor, después de haber visto su rostro con nitidez. Esa fue la señal.
Yo conducía. Iba sola. La música retumbaba en mi cabeza. Algo extraño: interferencias en la radio. Imposible, sonaba un CD. Cuando acerqué mi mano para cambiarlo fue cuando sentí el frío por primera vez, ese frío que te paraliza y te invade, que te marca y te petrifica. Una respiración en la nuca; una caricia en la mejilla; un suspiro en mi oído... Ella estaba allí.
Conteniendo el aliento fui girando el rostro. Ella sonreía. Miré a sus ojos directamente; caí en el vacío de los carbones ardientes de su mirada; sentí cómo mi alma luchaba por quedarse en mi cuerpo, mientras ella tiraba hacia fuera. Agarró mi cara y la acercó a la suya, a sus labios; rozaba los míos cuando sentí que la vida me abandonaba. Y luego el golpe. El dolor. Un grito... mío... suyo... ¿Suyo? Cerré los ojos dejando huir la esperanza.
Una ráfaga de viento inundó mi ser, arrancó mis lágrimas y me susurró al oído una disculpa: No es tu hora, todavía no. Volveré a por ti...
Todo desapareció. El frío, el dolor, el susurro... No quedó nada. Sólo yo. ¿Viva? Abrí los ojos y vi la sangre resbalando sobre mi brazo inerte; el brazo que siempre me duele cuando ella va a aparecer; el brazo que tuvieron que amputarme tras el accidente.
Sé lo que piensas. ¿Puede equivocarse? ¿El Destino... la Muerte, puede fallar? No lo sé. Quizás... quizás sí. O puede que no, puede que ella... ¿Qué tengo de especial para llamar su atención, para que me haya perdonado? Siempre que la veo siento cómo me mira, siento cerca su aliento, siento que desea tomarme... Pero no lo hace. Nunca lo hace. Nunca. ¿Por qué? ¡Ojalá lo supiera!
Me arrebató el brazo, parte de mí alma, mi cordura y lo peor de todo: mi corazón. ¿Cómo puedo amar a alguien que me ha robado tanto? ¿Cómo puedo amar a alguien a quien ni siquiera conozco? ¿Cómo puedo amar a algo que ni tan siquiera es humano? Sueño con acariciar su sombrío cabello plateado; sus pálidas manos largas y delgadas; sus cálidos labios, que contrastan con el resto de su ser, oscuro y frío como la noche eterna... ¡Esos labios me matarían con un solo roce! Pero los deseo más que nada en este mundo de muerte y destrucción.
¿Por qué me dejó vivir? ¿Por qué no me poseyó como al resto de los mortales? ¿Por qué no me arrastró al abismo infinito del vacío? ¿Puedo pensar, aunque sea por un mísero instante, que tengo la suerte de ser correspondida? ¿Me ama la muerte? Porque yo la quiero con todo mi ser. Ya no puedo negarlo por más tiempo. Necesito verla, sentirla, quedarme a su lado... El amargo sabor de sus labios quedó impreso en mi memoria, grabado a fuego. Ningún otro podría sustituirlo. Daría mi vida, mi alma, todo lo que soy, por volver a sentir el frío de su abrazo, el calor de sus besos, el infierno de su mirada vacía. Lo daría todo por ella. Y al mismo tiempo la temo. Temo que me rechace cuando por fin nos encontremos, cuando por fin se decida a llevarme con ella.
Pues bien, esta es mi historia. Puede creerla o no, no me importa. Muchos me llaman loca, pero sé que se equivocan. Ellos nunca la han visto, no la han sentido tan cerca como yo. ¿Qué pueden saber de la muerte? ¡NADA! Sólo yo la conozco. Sólo yo he sobrevivido a su beso. Me mira como si me creyese, pero puedo ver el destello de la compasión en sus ojos. ¡Pobre niña loca! ¿Verdad? No me compadezca. No estoy loca. ¡Esto es real! ¡ELLA ES REAL! Algún día lo sabrá; algún día se dará cuenta de que digo la verdad, de que ella existe. Entonces seré yo quien se ría a carcajadas señalándole mientras permanezco junto a ella. ¿Cree que podrá ser? ¿Me dejará ella quedarme a su lado?
¿Estoy loca? Locura... ¡Qué palabra tan difícil de definir! Para usted es toda su vida. Para mí es una condena, una acusación. Soy inocente, ¿sabe? Lo he vivido. ¡¡ES REAL!! Al menos para mí lo es. Ella no es producto de mi imaginación, como se empeñan en hacerme creer. Mueven la cabeza con resignación cuando escuchan mis palabras. ¿Creen que no les veo cuando hablan entre ustedes, cuando me juzgan? Pues bien, ya le he contado mi historia. Ya me ha escuchado. ¿Y ahora? ¿Qué cree? ¿Qué piensa, doctorcito? ¿Cuál es su diagnóstico?
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11 ROSAS
ContoOnce historias independientes, monólogos de mujeres que cuentan lo que les ha tocado vivir. *** ÉL 11/09/2020 Una mujer se enamora de un pintor mucho mayor que ella que parece que sólo se interesa por su arte. LOCA POR ELLA 11/10/2020 Tras un encue...