Enamorado de Mi Enemigo » [M-PREG] Larry AU

Capitulo Uno (2/2)

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Él dejó su taza sobre la mesa y se acercó, con ese caminar suyo tan varonil, para detenerse casi cuando sus rodillas se rozaban.

Y la mirada que lanzó sobre Harry casi hizo que cayera en el sofá,

una mirada de ardiente admiración, de reto.

–Eres un gran abogado, el que más dificultades me ha puesto. Y me has costado mucho dinero, pero yo siempre ganaré al final.

–¿Ah, sí?

–Tengo diez años más que tú y un siglo más de experiencia. Al contrario que tú, yo estudié Derecho por una sola razón: aprender  jugar sucio y parecer limpio.

Harry lo miró, sorprendido.

–Y no entiendes la enemistad de mi padre.

–Deberíamos haber sido socios y amigos, yo lo complementaba.

–Tu visión de los negocios era diametralmente opuesta a la suya.

–¿Y por lo tanto yo estaba equivocado y él no?

–No, no he dicho eso. Tú buscas el éxito a cualquier precio…

–Así son los negocios.

–Ya, pero tú haces que la frase «el negocio es el negocio» sea un modus operandi. Mi padre no era así.

–No.

Después del resignado monosílabo, Louis  se quedó callado  durante largo rato. Y cuando el silencio se volvió demasiado pesado, demasiado abrumador, Harry  decidió romperlo.

–Me enteré de lo de tu hermano.

El hermano de Louis  había muerto en un accidente de coche cinco días antes, pero no le había parecido aceptable que la hija de su enemigo acudiera al funeral.

Él se sentó a su lado, su pierna rozándolo.

–¿Vas a decir que también lamentas que se haya ido?

–Lamento la muerte de alguien tan joven, pero no tenía ningún contacto con él. No el que tú tenías con mi padre –dijo Harry , sólo intento ser tan sincero como tú.

Louis  lo miró a los ojos durante unos tempestuosos segundos y, de repente, lo tomó por la cintura. Harry dejó escapar un gemido de sorpresa cuando se apoderó de su boca, sus labios exigentes, húmedos, su lengua dándole placer y robándole la razón al mismo tiempo.

Fue como si se hubiera roto una compuerta. Las manos de Louis  se unieron al ataque, deslizándose por su cuerpo, sin detenerse y sin dejarlo tomar aliento hasta que se apretó contra él, sin saber qué ofrecerle más que su rendición.