5.Llanto

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Era el receso de ese desatroso lunes.

Apesar de todo lo que había cambiado, ambos no perdían la costumbre de sentarse a comer a la sombra del gran árbol.

Sólo que pues, esta vez Miguel no se sentaba del todo a comer y conversar, se sentaba a medio comer y a estudiar.

A Javier no le gustaba eso, le gustaba ver al chico distraído con las nubes, le gustaba ver al castaño regañandolo, le gustaba ver al castaño feliz.

- Miguel - habló Javier.

El nombrado lo regresó a ver de inmediato.

- Miguel dame eso - Javier le quitó el cuaderno al castaño, este lo miró con el ceño fruncido - Debemos hablar de algo.

El castaño pegó su espalda en el tronco del árbol y suspiró, debía verse lo mas relajado posible, evitando así mostrar su inseguridad.

- Sé que estas preocupado por tu futuro, sé que estas preocupado por destacar, sé que estas preocupado por el que dirán, pero - Javier tomó al castaño del rostro - ¿a caso piensas en lo que te estas haciendo? Sé que todo lo que haces es por tu déficit de atención pero esto es demasiado.

La mirada del castaño se desvió y no porque estuviera avergonzado, sino, porque sabía a donde Javier quería llegar y sabía con todo el corazón que tenía razón, sabía que estaba más que exhausto.

- Estrellita, a veces hay que darte un descanso, a veces es bueno dar un respiro y continuar.

- ¿Alguna vez has sentido que tienes ganas de llorar por razones inexplicables en momentos que no son tristes  pero cuando se supone que debes llorar tus lagrimas no salen? - Los ojos del castaño se llenaban de lágrimas.

- Si - Javier pegó al contrario en su pecho y lo escuchaba llorar en silencio - yo lloré sin razón alguna muchas veces, recuerdo incluso que lloré cuando pikachu habló en la película pokemón yo te elijo, cada vez que veo esa parte siempre lloro Miguel.

Y con esa extraña confesión Miguel se sintió mejor.

Gracias a ese breve momento de desahogo superó las horribles palabras de sus padres.

Superó el deseo de satisfacer a su madre.

Superó la inseguridad que le generaba el no haber respondido a la confesión del pelinegro.

Superó entre los brazos del chico tantas cosas y una vez más sintió las ganas de nunca separarse de aquellos brazos que lo hacían sentir como nuevo.

Y por un fugaz momento respondió a aquel poema que habia leido hace ya casi un mes y medio.

Aquella pequeña ave se quería quedar en aquel cielo, en el cielo que lo protegía entre sus nubes y lo abrigaba con los radiantes rayos del sol.

Aquella pequeña ave se quería quedar con el cielo quien le dio un lugar al que podía pertenecer y lo hacia siempre sentir bien.

Que más da... "Mis 17" [Mikellino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora