𝐂𝐑𝐔𝐒𝐇 | HYUNSUNG

O1

Era temprano en la mañana. Otro día de clases. Y lo peor del caso: era lunes. Me sentía tan cansado como cualquier otro día de la semana en el que me veía obligado a despertar innecesariamente temprano. Mis ojos estaban a punto de cerrarse por sí solos en cualquier momento. El primer receso del día, después de la primera clase, me permitía descansar un poco, pues, para acabar de ajustar, no había dormido bien anoche.

Caminé por ahí solo y con pasos lánguidos, arrastrando mi mano por la pared mientras me esforzaba por mantenerme despierto. Pero mi marcha se vio abruptamente detenida por la vista de un cierto alguien. La persona que nunca fallaba en levantarme el ánimo sin darse cuenta. Lee Minho. El responsable de que mi corazón diera un revolcón y una sonrisa involuntaria se dibujara en mis labios. Él solo caminó frente a mí como si nada; mis ojos lo siguieron en silencio.

Sabía que era raro comportarme de esa manera. Estar atento a cada movimiento suyo como un patético enamorado. Pero no podía evitarlo y no me importaba. Cada vez que caminaba por algún pasillo y de repente lo veía, mis ojos automáticamente se clavaban en él como imanes. Era inexplicable la forma en la que me sentía.

Desde la distancia lo vi abrir su casillero; de él cayeron al menos veinte sobres de distintos colores y con distintos tipos de sello. Como siempre solía hacer, Minho los dejó todos en el suelo sin siquiera echarles un vistazo, tomó sus cosas, cerró el casillero y se fue.

No podía negar que encontraba cierto  alivio en el hecho de que Minho nunca se molestaba en leer una carta. Al menos yo aún no lo había visto hacerlo, y eso que pasaba una considerable cantidad de tiempo en la mañana observándolo desde lejos. También es la razón por la que yo jamás me había atrevido a escribirle una carta.

Eso y el desafortunado pero inevitable hecho de que a Lee Minho le atraían única y exclusivamente las mujeres. Era heterosexual. Algo que me resultaba frustrante a más no poder; gustar de un chico con el que no tienes ni la más remota posibilidad. Sin embargo, ese sentimiento de impotencia nunca logró disuadirme de ver a Minho con ojos de afecto.

El timbre que anunciaba el fin del receso resonó por el amplio pasillo, tomándome por sorpresa. No me había dado cuenta de que me había dejado llevar por mis pensamientos mientras observaba a Minho como una estatua cuya única capacidad se reducía a suspirar cada cierto tiempo.

El timbre anunciando el inicio del próximo periodo no me desánimo en absoluto; Minho estaba en mi misma clase. Se podría decir que era lo único bueno de la escuela; compartir una que otra clase con el chico que me gustaba a morir, incluso si ello no implicaba ninguna interacción debido a mi falta de coraje para siquiera entablar una amistad.

La clase transcurrió sin ninguna anomalía. Yo me dediqué a ver constantemente de reojo a Minho, me distraía de las palabras del maestro cada cierto tiempo... Finalmente, pasada una hora y media, la clase de química se dio por terminada. Hasta que llegara el maestro de geografía, teníamos cinco minutos para descansar. Miré con disimulo el escritorio de mi "crush". Habían varias chicas rodeándolo e intentando hablar con él. Claro que no se negaba, algo que yo sabía bien de Lee Minho es que disfrutaba de la atención que recibía al ser el más atractivo, diría yo, del instituto.

Procuré desviar mi atención de la escena como de costumbre (no encontraba ningún placer en contemplar a Minho entretener los intentos de avance de sus varias admiradoras), y aproveché el tiempo libre para tomar los apuntes que no tomé durante la clase y que, afortunadamente para mí, la maestra no borró del pizarrón antes de abandonar el aula.

Mientras escribía con prisa y desordenadamente, escuché una voz a mi costado. Detuve la carrera que llevaba mi mano sobre el cuaderno y levanté la mirada. Mis ojos se expandieron lo más mínimo al encontrarse con el personaje menos esperado para mí.