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~Jimin~

Encontré una puerta que no había visto antes. No había nadie dentro de la casa, pero afuera estaba lleno de hombres armados. Por lo que descarté la idea de salir por alguna ventana o puerta que de al jardín. Tendría que buscar una salida que dé hacia el patio trasero. Pero llevo unas dos horas buscando sin éxito.

Abrí la décima quinta puerta que encontré durante mi larga búsqueda dentro de ésta enorme mansión.
Entré a la habitación y me encontré con un montón de libros viejos pero bien cuidados. Observé mi alrededor y ví que también había muchos cuadros y pinturas antiguas. No pude evitar abrir mis ojos asombrado ante ésto. Pero ahora no podía quedarme a apreciar el arte. Debía buscar alguna salida. No me queda mucho tiempo.

Volví hacia la puerta y salí de la habitación, caminé por los largos y solitarios pasillos con prisa.
Bajé las escaleras y me dirigí hacia otro de los tantos pasillos que había aquí. Ya estaba cansado de tanto subir y bajar escaleras pero no podía rendirme. Subía los escalones de dos en dos tratando de regularizar mi respiración. Llegué a la cima y pude divisar una enorme puerta al final del pasillo.
Sin pensarlo corrí hasta ella abriéndola de par en par.
Entré y giré a mi alrededor. Me acerqué a la ventana y miré hacia el exterior. Sólo veía árboles y a unos hombres caminando alrededor del muro. Solté un suspiro de frustración.

-Nunca podré salir de aquí-murmuré saliendo de la habitación con los ánimos por los suelos.
Bajé las escaleras lentamente sintiéndome abatido.
Me senté en el penúltimo escalón abrazando mis rodillas mientras escondía mi rostro en ellas.

Recorrí cada rincón de ésta enorme mansión para terminar completamente decepcionado.

-¿Qué haces aquí, hijo? -preguntó una voz de mujer llamando mi atención.
Levanté la cabeza encontrándome con la mujer que ví ésta mañana.
Me levanté de golpe acercándome.

-Tiene que ayudarme- supliqué tomando sus manos, mirándola afligido-Tengo que salir de aquí. Ellos...ellos van a matarme-dije al borde del llanto haciendo que ella niegue con la cabeza riendo.

¿De qué se ríe?

-Escucha cariño, yo no puedo ayudarte-dijo retirando sus manos de las mías-sólo soy una simple cocinera.
Y estoy agradecida con ellos por haberme contratado, pudiendo tener un grupo de profesionales, ellos optaron por éste vegestorio. -dijo divertida señalándose a sí misma.

-Por favor-insistí pasando mis dedos por mi pelo con frustración. Ésta señora es mi última esperanza.-déjeme hacer una llamada, es lo único que le pediré.

-No puedo dejarte hacer eso, estaría cavando mi propia tumba además de arriesgar la vida de mi hijo-me senté de cuclillas tirando de mi cabello exasperado.

-Es todo...es mi fin-murmuré volviendo a sentarme en el escalón.
Hundí mi rostro en mis manos totalmente rendido.

-Ven conmigo, te daré algo de comer-ofreció la mujer.

-No gracias-dije sin ánimo.

-Oh, vamos, te ves muy pálido, te vas a enfermar si no comes-insistió tendiendo su mano hacia mí.

-Sólo quiero irme a casa-dije en un hilo de voz haciendo que la mujer me mire con lástima.

-Lo siento cariño, pero realmente yo no puedo hacer nada -dijo en un tono suave.

Miré sus manos unos segundos antes de levantarme. Ella sonrió amable y caminó hacia la cocina.
La seguí en silencio observándola.

No parecía una mala persona, ¿por qué se relacionaría con estas personas tan malas?

Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora