El diamante De Rose no pasó desapercibido. La bomba había estallado y todos los periódicos publicaban la foto de la misteriosa prometida del capitán DeRouche con la maravillosa joya colgada de su cuello.
Vincent no le pidió explicaciones, pero Rose sintió que debía contarle la verdad: quién era, por qué tenía el diamante y por qué había decidido ponérselo esa noche. Sabía que le dolería, pero no podía engañarlo ni esconderle el recuerdo más poderoso de su pasado: su amor por Jack.
El capitán escuchó y acarició tiernamente la mejilla de Rose:
—Debes haber sufrido mucho...
Nunca más volvieron a hablar de ello.
La guerra seguía castigando Europa y en América todo el mundo seguía con ansiedad las noticias que llegaban del viejo continente. Ruth Dewitt Bukater, también. Leía todos los periódicos que llegaban a su pequeño taller de costura, especialmente las páginas de sociedad. Por añoranza o por orgullo, todavía se sentía parte de ella. Muchas veces leía noticias de gente con la que tiempo atrás había compartido mesa, hotel o vacaciones. La boda de una duquesa, la muerte de un millonario... Imaginarse esas bodas y esos entierros era todo lo que le quedaba de su antigua vida.
Al perder a su hija, todos sus planes de futuro se habían desvanecido, dejándola completamente sola y rechazada por los mismos que antes le besaban la mano. Cal, el antiguo prometido de Rose, la había humillado hasta la crueldad:
—Con Rose muerta, ya no hay nada que me obligue a compadecerme de usted.
Tenía razón. Rose era su última carta. Y la había perdido... Ese había sido el castigo por su orgullo y su ambición. No había sabido querer a su hija y ahora ya era demasiado tarde. En realidad, tener que ganarse la vida como costurera no le importaba. Era sólo una forma de esperar la muerte dignamente. Su hija estaba muerta y vivir ya no tenía sentido...
Ruth apartó sus labores de la mesa para disfrutar de esos cinco minutos diarios de lectura y recuerdos, pero los músculos de su cuerpo se rompieron de repente y los hilos y los tapetes quedaron esparcidos por el suelo.
Se sentó en la silla, temblando, e hizo un esfuerzo sobrehumano para volver a mirar la foto del periódico: ¡era Rose! ¡Estaba viva! Ruth apenas podía seguir respirando. Sus brazos y sus piernas no le respondían. No podía moverse, sólo llorar a gritos mientras apretaba el trozo de papel contra su pecho, como si fuera un bebé.
Cuando por fin reaccionó, devoró cada una de las palabras impresas como si quisiera memorizarlas. Tenía que ir a París. Tenía que ver a Rose y pedirle perdón por todo el daño que le había hecho. Pero sus ahorros no alcanzaban ni para pagar la mitad del pasaje.
Entonces, pensó inmediatamente en Cal. Iría a verlo, se echaría a sus pies, le suplicaría, le rogaría... Ahora sí necesitaba su dinero desesperadamente y le daba igual tener que soportar otra vez su mirada de desprecio.
Por los rumores que corrían por la ciudad, Cal y sus socios solían cenar cada viernes en el Garden's Hall, el restaurante más lujos de la 5ª Avenida. Era el único lugar donde podría encontrarlo...
Un camarero impecable le abrió la puerta del restaurante. Su altivez y su aire de gran dama seguían aún intactos, así que no tuvo ningún problema para moverse entre las miradas orgullosas de los clientes.
Por fin lo vio. No había cambiado. Seguía siendo el hombre más elegante que había visto jamás, y había visto muchos. También seguía siendo el más arrogante de todos:
—Ruth, que sorpresa tan... inquietante. Es usted la última persona que pensaba encontrarme aquí.
—He venido a verte a ti, Cal. Vengo a pedirte un favor.
Cal la cogió bruscamente del brazo y la arrastró hasta uno de los salones privados.
—Me parece que le dejé muy claro que usted y yo no...
No pudo seguir hablando. Ruth le tiró el trozo de periódico a la cara.
—He venido por esto.
La cara de Cal se incendió mientras leía la página, paseando nerviosamente por el salón. De repente, se detuvo. Clavó su mirada en Ruth y arrugó el papel entre sus dedos.
—Esto ya no significa nada. Para mí, Rose sigue estando muerta. Tu hija no es más que una cualquiera, tú lo sabes mejor que yo.
Lo hubiera abofeteado, pero no podía. Necesitaba su dinero para viajar hasta París. Se tragó todo su odio y se arrodilló a los pies de Cal. Suplicó. Rogó. Lloró. Pero los ojos de Cal seguían fríos como un iceberg.
—Levántate. Eres patética. Deberías avergonzarte de tu hija en lugar de humillarte por ella.
Cal encendió uno de sus cigarros y echó el humo hacia el techo. Ni siquiera la miró antes de darse la vuelta y salir de la habitación...
Ruth llegó a casa sollozando y apenas pudo oír los golpes.
—¡Ruth! ¡Ruth! ¡Abra por favor!
La cara sonriente y regordeta de Molly Brown apareció tras la puerta. También ella estaba cenando en el restaurante esa noche. No había podido evitar oír la conversación entre Ruth y Cal y por eso la había seguido hasta su casa: quería ayudarla.
La millonaria de Texas se encargó de todos los preparativos. También fue ella la que, una vez en París, se presentó en la mansión de los DeRouche preguntando por Rose:
—Soy una vieja amiga suya.
El mayordomo le dijo que Rose seguía trabajando en el hospital, y fue allí donde Molly vio de nuevo a la chica rebelde y enamorada que tanto había admirado a bordo del Titanic. Rose también se alegró muchísimo de volver a verla. Se abrazó a su cuello, pero cuando levantó la vista una ola de pánico le cortó en seco la alegría: su madre también estaba allí, acercándose como un fantasma maldito.
—Sólo quiere pedirte perdón, querida.— le susurró Molly al oído.— Sólo eso.
Rose se quedó quieta ante su madre. No sabía qué hacer. El amor y el resentimiento se peleaban dentro de su corazón con una furia salvaje... De pronto, la cabeza de su madre golpeó su regazo. Estaba arrodillada a sus pies, llorando como una niña pequeña:
—Perdóname, Rose, perdóname. Fui una estúpida, hija mía, una cobarde, una...
Rose puso un dedo sobre sus labios. No necesitaba oír nada más para saber que el dolor de Ruth era sincero. Besó su mejilla y vio en los ojos de su madre ese amor sin límites que tantas veces había necesitado.
Realmente, el Titanic los había cambiado a todos.
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Así continúa Titanic
Romans¿Qué hubiera pasado si Jack no hubiese muerto en las heladas aguas del Atlántico?* +++ *Esta continuación de Titanic se publicó a finales de los 90 en un pequeño libro que regalaba la revista SuperPop y yo me he limitado a subirlo a Wattpad para que...