¿Te he dicho que eras un hombre melancólico? Porque lo eras, realmente lo eras, maldito Dazai.
Pero no eras un pobrecillo hombre melancólico, eras extremista al punto de darme vergüenza. Eras un maldito miserable incapaz de cargar con sus propios arrepentimientos. Porque, aunque intentaras darle toda la profundidad y romanticismo que quisieras, eras solo eso. No eras nada más que un hombre consumido por la melancolía y por aquello que fuiste incapaz de detener. Eras un hombre arrepentido, arrepentidísimo.
Y lo peor es que hasta este mismísimo momento, con el escozor del frío hiriendo mis manos que, aún así, no detienen su labor; continúo preguntándome, con la fiereza de la incertidumbre perforándome los músculos de la mano, el por qué.
¿Por qué fuiste un hombre arrepentido? ¿De qué te arrepentías?
De tus maldades, dudo. ¿De no haber abandonado antes la mafia? ¿De haberte ido? ¿De haberme tenido? ¿De no haber detenido a Sakunosuke? Pues, sí, hay muchos hombres en la Port Mafia. Los rumores corren como pólvora.
¿Te arrepentiste de haber sido el hombre tan despreciable que fuiste?
¿Te arrepentiste de los actos que cometiste contra Akutagawa y el irreparable daño que le has infligido, cuando él era tan solo un niño que veía en ti la familia que había perdido?
Porque, iluso como siempre, no pudiste haber pensado también que las marcas en él se desvanecerían como tú. Porque no pasará. Ni tus golpes, ni sus lágrimas, ni tu recuerdo que logró atormentarlo por años. Ello vivirá con él hasta el día en que muera, y quién sabe cuánto más. Arrepiéntete de eso también, ¡arrepiéntete!
Hoy he probado no beber café, para ver si así puedo descansar y, a su vez, constatar si puedo estar sin soñarte, al menos por una noche. Sin embargo, colosal fue mi sorpresa al percatarme de que no pude dormir en absoluto. El sueño no llega a mí y no tengo idea del porqué. Mientras escribo, el cansancio no me encuentra; y mientras lloro, el ardor de mis ojos, mis constantes toses y la almohada húmeda no me permiten descansar.
Mi garganta arde horrores, y ya no sé si se debe al alcohol, al café que suelo tomar sin esperar a que se enfríe, a mis gritos iracundos, a mis llantos irrefrenables, o al frío de cada noche que me visita a través de la ventana y que ya se ha formado casi por completo dentro de mí.
Cavilando en medio de mi ira y mi inestabilidad logro ver que, ahora mismo, puedo arrepentirme también de haber dejado de ir a mi trabajo, me arrepiento de haber abandonado a Akutagawa; a pesar de mis acusaciones a tu persona, él debe despreciarme ahora tanto como a ti.
¿Sabes? En una sola de las cuantas ocasiones que le llamé para que me comprara más hojas, vino a mi casa a decirme que se negaba y me imploró que saliera, que fuéramos juntos.
Mi respuesta, sincera y tajante, fue "no te molestes, escribiré en las paredes".
Su única contestación fue un infausto entrecejo fruncido y abandonó el lugar. Al cabo de un par de horas, mientras yo estaba en mi sala, lo oí llegar en sigilo y dejar unas bolsas en mi puerta. Esperé media hora y salí a recoger las hojas que le había pedido. Los días que siguieron a ese, Akutagawa no volvió a mencionar la propuesta de salir, ni siquiera intentaba mirarme a los ojos. Muchas veces, ni siquiera esperaba a que le recibiera en la puerta; solo dejaba los pedidos y desaparecía. A este punto de mi desolación, no sé definir si está indignado por mi respuesta, o si está cruelmente herido por la fatal imagen que proyecto. Es posible asimismo que él sienta actualmente por mí lo que yo sentí por ti; me ve constantemente y es el espectador número uno de mi decadencia, y puede verla en progreso y en primera fila, y sabe sin remedio alguno que no hay nada que pueda hacer. Y de eso, de eso también me arrepiento.
Pienso tanto en él y en cómo se debe desarrollar su vida en mi ausencia, y no puedo ahuyentar la idea de que le debo el más honesto de mis perdones, mas me aterra que pueda rechazarme, o ver el desconsuelo en su mirada gris, o permitirle que me vea en tan deplorable estado. Sin embargo, con ello en mano, de lo que más me arrepiento es de mi cobardía. A ti no te pude clamar que te amaba, y a él no me atrevo a pedirle disculpas; nada ha cambiado en mi naturaleza. Es en el escalón más ínfimo de la vida donde uno muestra su verdadero ser, y ¡mira qué sorpresa! Incluso estando en la mierda, hay aspectos intrínsecos de mí que se mantienen hasta cuando me encontraba en el apogeo de la vida.
Y yo, Dazai, a su vez, me arrepiento de tantas cosas más, tantas que no podría estimar la longitud de esta carta.
¿Qué hubiese pasado si yo hubiese estado allí? ¿Qué hubiese pasado si hubieses aceptado mi amor, tan llameante, entregado y honesto?
¿Existe alguna forma para revertir lo que has hecho?
¡Contéstame, por favor!
Me arrepiento de haberte querido de esta manera y necesitarte aún más. Me arrepiento de no haber logrado apartar mi camino del tuyo. Me arrepiento de haberte conocido.
Sin embargo, ¿qué clase de Chuuya sería sin ti? Has forjado gran parte de lo que soy, con tus caricias y con las marcas de los golpes que tus filosas palabras le han hecho a mi corazón. Me has dado la llave a un mundo al cual le juré lealtad y le di todo de mí; porque no soy una persona traidora, Dazai, nunca lo fui. O doy todo de mí, o no doy ni una pizca. A la Port Mafia le he entregado hasta mi alma, y a ti aún más si era posible.
No sabes cuánta expectativa poseo al pensar en las respuestas que pudieses darme.
¿Pondrías excusas?
¿Me mentirías indiscriminadamente a los ojos una vez más, sin ni una mínima exhibición de arrepentimiento?
¿Tengo razón, acaso, cuando afirmo que eras un hombre arrepentido por su pasado, o es que me equivoco y, en verdad, tus arrepentimientos son otros, más frívolos y tontos?
No importa la respuesta que pronuncies, porque no te creeré. Sin embargo, no necesito tu confirmación para asegurar que eras un hombre arrepentido hasta los huesos, sin apegos.
Sin embargo, más arrepentido estoy yo, que te escribo cosas que jamás sabrás y para las cuales ya es muy tarde. Arrepentido, porque te hago preguntas que nunca obtendrán respuestas y para las cuales no tuve el valor de hacerte cuando te regocijabas en la efervescencia de la vida.
Soy un hombre arrepentido, tal y como tú.
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Irredimible ||Soukoku||
FanfictionDazai se suicida y el alma rota de Chuuya, en honor al insomnio y los remordimientos, se resguarda dedicándole ocho cartas, cada una con un nombre para su amado.