VIII. Enamorado

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He decidido darle un fin a este ciclo que acabará por asesinarme como a un párvulo. He perdido la cuenta de cuántas noches te dediqué en la sazón de mis caprichos, sin embargo me atrevo a afirmar que esta será la última. Si no vuelves a leerme desde el infierno, es porque te he superado. O porque me he unido a ti.

Y como quien quiere declararse antes de que acaben las vacaciones de verano, pregonaré mis emociones a voz viva antes de que se cumpla mi condena. Porque esta carta es el punto sin retorno, y así sea solo para acallar a mis fantasmas y remordimientos, haré lo que no hice cuando tuve la oportunidad. Cuando sucumba mañana, en medio de la agonía de mi alma, alguien las encontrará y se envolverá en el amor de mis palabras que siempre debieron ser para ti, pero al menos serán leídas por alguien más que mi espíritu arrepentido.

Y si, por milagro, sigo viviendo, las guardaré con recelo hasta el mismísimo día en que pueda llevarlas en contra de mi voluntad, por más cercano que esté. Para ese entonces, al menos tendría el tiempo suficiente para apocar mis miedos que me quitaron todo, y juntaré ese coraje del que carecí en vida, para encontrarte en el averno y arrojártelas a la cara.

Nunca creí que fuese a llegar a este escalón de la infamia como para tener que sincerarme ante mí y ante tu apestoso recuerdo, tan temible como atesorado, mas luego de tanto pensarte y revolotear en mi pasado, estas emociones, que tal vez fueron lo único puro de mi ser, nadan hasta en mis lágrimas para conseguir salir de mí y hacerse lugar sobre estos pesarosos papeles.

Es correcto catalogarte como un amor no correspondido, pero no como uno a primera vista, ni a primer roce ni a primer sonrisa. Eras despreciable y te aborrecía; lo más penoso de este párrafo es que seguiste siendo despreciable, pero mis sentimientos mutaron. El amor es, como dicen, ciego, sordo y patético, irracional. Y este es, en mi opinión y experiencia, lo más acertado a eso. Eras una persona recriminable y frívola y, a pesar de que lo que me enseñabas cambió muy poco, mis sentimientos por ti cambiaron rotundamente. Irracional, enamorado.

Porque fui víctima de un amor imprudente y soy condenado por un amor inmarcesible.

Un amor imprudente y no correspondido me consume en esta trágica obra en la que se ha convertido mi vida, y ahora no hago más que desplegarme a paso incierto sobre un escenario desesperanzado. Un escenario cuyas luces están apagadas y cuyo telón jamás volverá a abrirse ante mí.

Un amor indiscreto y puro del cual, enfrentándome al juicio final de mi parca vida en el cual no debo de sostener falacias y para el cual ya he perdido el raciocinio y moral que preciso, no me arrepiento. Guardo remordimientos por haber sufrido de una manera tan penosa, mas no por amarte, Dazai, y lamento haberme percatado tarde.

Sé ahora que no me arrepiento de haberme enamorado de la oscuridad de tu espíritu, ni tampoco lo hago por haberme vuelto a enamorar de ti en cuanto te vi regocijándote en medio de la luz, desde mis sombras.

El cúmulo de sensaciones que desataste en mí con tu presencia y tu mismísimo ser, es algo que agradezco y de lo que jamás podría arrepentirme. Ni siquiera en esta oscura y solemne noche, en la que me caigo a pedazos y en la que mi vitalidad está representada por los últimos granitos de arena de este reloj que se precipita por concluir.

Te quise, Dazai, incluso en este momento, en este mundo, donde ya no estás, aún lo hago. Es como si mi universo se hubiese tornado en uno en el que no existe Osamu Dazai, y a pesar de eso te quiero y te busco con necedad. Y aunque algún día pierda mis recuerdos sobre ti, aún te querré; te anhelaré como quien busca algo sin saber qué es lo que quiere.

Irredimible ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora