Él no sabía donde estaba, tampoco sabía como había llegado, mucho menos quien era ese niño que decía ser él. Pero, lo que en verdad lo extrañaba, era que no sabía quien era, o de donde era.
¿Quienes eran esas personas a las que de pronto quería llam...
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El niño frente a él también parecía perdido ¿O molesto? No se decidía cuál era la mejor forma de decirlo. El otro niño lo miró, luego pareció esforzarse para pensar y se cruzó de brazos después, ahora sí parecía molesto.
—Soy tú.
—No puedes ser yo —replicó él, confundido de que aquel niño dijera eso.
—Si lo soy —La seguridad con la que el niño lo decía le hizo dudar—. Soy, lo que los adultos llaman mente, o algo así —soltó el niño, dudando un poco al final de sus palabras.
—Entonces, sí eres yo —Comenzó él tratando de razonar—, y no soy Matías ¿Sabes quien soy?
El niño volvió a fruncir el ceño, demostrando que estaba esforzándose por recordar, pero al abrir los ojos se encogió de hombros.
—No lo sé.
—Pero, eres yo —El niño asintió— ¿Sabes dónde estamos? —preguntó de nuevo molesto por no tener respuestas.
—No lo sé.
—¿Sabes cómo llegamos? —El niño negó y él ya tenía el rostro rojo de la molestia— ¡Entonces no sabes nada!
—Si sé algo —dijo el niño, sentándose en el suelo— Sé que tenemos seis, y que soy tú.
La sonrisa de niño era grande, como si eso fuera la información más valiosa y de la que debería estar más que orgulloso. Él se sentó frente al niño, aún tratando de recordar.