Toda persona se enamora, no importa la edad ni el momento, solo empezábamos a sentir crecer hermosas flores en nuestro interior.
Yo, Haru Yamada estaba perdidamente enamorado de mi mejor amigo desde la infancia, pero desafortunadamente mi organismo...
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¿Has sentido alguna vez la sensación de ahogarse en el agua estando aún en tierra?
Lo sentía, pero agua era lo que menos había a mi alrededor. Estaba recostado en el suelo, sintiendo la fría brisa rozar mis mejillas, con los ojos pesados y el frío tratando de calar mis huesos.
Trataba de abrir mis ojos, más algo me impedía hacerlo, hasta que finalmente lo logré.
Me levanté lentamente del suelo y al enfocar mi vista me fijé que estaba en medio de un campo de hermosas flores blancas. Margaritas, pensé. Eran sin duda alguna muy hermosas, desprendían belleza y una paz que me desconcertaba. Tomé una para acercarla a mi nariz y absorber el dulce aroma que estas emanan y al hacerlo un mareo intenso me tumbó con fuerza provocando que golpeara mi nuca mientras que lentamente empezaba a volver a perder la conciencia
—Está despertando— Escuché a la lejanía una voz que no reconocí. Distinguí el fuerte sonido de unas sirenas que parecían que me taladraban la cabeza, todo a mí alrededor era borroso, pareciera que mi vista no enfocara mí alrededor.
—Hey, ¿Te encuentras bien? — Habló otra voz
Traté de formular una palabra, pero me dejé vencer. Y nuevamente mis ojos se cerraron haciéndome perder la conciencia en el momento
Desperté de nuevo en aquel hermoso lugar, pero esta vez había algo diferente en él. Lo sabía, lo sentía. Recorrí con la mirada todo el mar de flores que ante mí había y me percaté que no estaba solo, más adelante de mí se encontraba algo, o más bien alguien. Podría distinguirlo incluso a kilómetros de mí. Era Chris...
No dudé ni un segundo en echar carrera hacia el para abrazarlo, pero al tenerlo unos centímetros más de cerca sentí una enorme sensación de incomodidad recorrer mi cuerpo como si el frío invierno me arrastrara a un lago congelado.
— ¿Chris...?— Susurré bajo. Aun así, él se volteó a verme. La sonrisa en su rostro me había descolocado
— ¿Aún sigues aquí?— Su tono de voz era irónico —Creí que te habías marchitado petite fleur—
— ¿Marchitado...? ¿A qué te refieres?— Pregunte con duda.
— ¿Aún no te das cuenta?— Inquirió con una risa sarcástica
—Chris...— Traté de acercarme, pero una mirada llena de asco se había clavado en mi cual daga.
— ¡No te me acerques!— Exclamó mientras se aleja dos pasos hacia atrás.
Lo miré con desconcierto, estaba muy extraño y me dolía sentir su rechazo. Mi pecho había comenzado a doler otra vez, el mismo dolor que había sentido hace unos minutos atrás.
