Capítulo 1

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Audrey

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Audrey

—¿Sixty Mils? —pregunta mi amigo Scott que se encontraba al otro lado de la línea.

Sixty Mils era nuestro club nocturno favorito y así como lo suponen, el nombre le hace justicia a sus deliciosos cócteles; que justamente contenían 60 ml de alcohol. Tres de aquellos y dejabas de responsabilizarte por tus propios actos, o al menos era lo que le sucedía siempre a Scott.

—Podías haberme avisado antes ¿No crees? —dije alzando mis cejas a modo de reclamo, aún sabiendo que él no podía verme.

—Da igual, tú nunca te niegas a salir de fiesta —contesta gritando, el ruido de la música apenas me dejaba escucharlo con claridad.

De hecho tenía razón, jamás me negaba y hoy no iba a ser la excepción.

—¡Vale! Nos vemos en una hora.

—Eres la mejor, ¿lo sabes? —preguntó, a lo que respondí con una carcajada. Esa era su típica frase cada vez que yo cedía ante sus caprichos.

Suspiré...

Miré la hora en mi celular, apenas eran las 10:30pm. Después de permanecer unos minutos tumbada en la cama, al fin decidí comenzar a arreglarme. Observé mi armario intentando decidir que usaría.

Opté un vestido de seda rojo corto, por encima de las rodillas. Sonreí frente al espejo al ver el resultado, aquel vestido marcaba mis curvas haciéndome lucir sexy y elegante a la vez. Rápidamente me solté el pelo que estaba recogido en un moño desenfadado y lo dejé caer sobre mis hombros. Mi largo y lacio cabello castaño oscuro resaltaba sobre la tela roja brillosa. Me coloqué un poco de maquillaje, luego los tacones y por último una gabardina negra.

Ya satisfecha, cogí un bolso pequeño y me dirigí hacia la puerta de mi apartamento.

Justo cuando estaba a punto de salir, mi celular comenzó a vibrar. Me detuve un instante, lo revisé y vi que era mi madre, por lo que decidí no contestar. Seguro era para saber cómo estaba, ya hablaría con ella mañana, pues se me había hecho tarde.

Tomé un taxi y media  hora después me encontraba frente al Sixty Mils.

Tantos años asistiendo al mismo club tenía sus beneficios. Conocía a todos los de seguridad y me dejaban entrar sin hacer fila.

Minutos después me adentre en la multitud, la música y las luces me absorbieron completamente. A lo lejos vi al pelinegro de mi amigo. Estaba recostado en la barra del bar hablando con un desconocido.

Que por cierto estaba bien guapo.

Ignoré mis pensamientos y me acerqué.

—Hola —saludé y me encaminé a darle un beso y un abrazo a mi amigo, que no dudó en corresponder.

—Hola bonita —habló el guapo desconocido dándome una sexy sonrisa de medio lado—. Si me hubieras dicho que tenías amigas tan hermosas, hubiera venido a visitarte antes —dijo esta vez dirigiéndose a mi amigo, quien puso los ojos en blanco tras aquel comentario. Yo me limité a sonreírle.

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