Capítulo 2

188 42 269
                                        

¿Espera qué? No podía estar hablando en serio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Espera qué? No podía estar hablando en serio...¿Londres?

—Esto es ridículo —dije por lo bajo.

—¿Ridículo? —bufó mi madre—. ¿Sabes que es ridículo? —preguntó. Su rostro se volvió serio y sabía que lo que estaba a punto de decirme no me iba a gustar—. Ridículo es que sigas siendo la misma irresponsable de siempre, incapaz de ir a un estúpido club sin ser drogada y desaparecida por tres días ¡Dios mío, Audrey! Te podían haber matado —Su voz sonó fuerte y con cierto tono acusatorio. Ya no quedaba rastro de la madre cariñosa y comprensiva de esta tarde. Ahí estaba mi madre, la Natalia Evenson que yo conocía.

Bajé la mirada e intenté ignorar el mal sabor que me causaron sus palabras. Viéndolo de esa forma parecía que todo había sido mi culpa y no dudaba que ella así lo pensara.

Era consciente de que mis padres tenían razón, permanecer aquí no era seguro para mí. Sin embargo, regresar a casa hace mucho tiempo había dejado de ser una opción.

Ellos mismos se habían encargado de que así fuera cuando decidieron enviarme a un internado para señoritas al otro lado del mundo. Claro que su decisión no fue basada en el excelente sistema educativo con el que contaba la institución. Según ellos yo carecía de disciplina.

Una muy buena excusa para disfrazar la realidad.

Lo que comenzó como un castigo, por así decirlo, se convirtió en mi pase a la libertad.
Libertad...esa idea tan simple siempre había sido el único pensamiento capaz de ayudarme a seguir adelante en momentos de dudas.
Al fin podría empezar una nueva vida, por fin podría hacer lo que quisiera, tomar mis propias decisiones. Y sí que lo había conseguido, aunque hasta a mí me costaba creerlo, llevaba tres años viviendo sola. Estaba en tercer año de la universidad como estudiante de psicología. Tenía todo lo que había deseado y no quería renunciar a ello.

No me malinterpreten, estaba asustada por todo lo que me había pasado, pero que la situación me exigiera renunciar a lo que tanto me había costado lograr, me enojaba demasiado.

—Eso pensé —exclamó mi madre tras no recibir respuesta alguna de mi parte. Mi padre me miró un poco afligido.

Sabía que ningún argumento tendría el peso suficiente para hacerlos cambiar de opinión, por lo que decidí quedarme callada y marcharme a mi habitación.

Necesitaba pensar, aunque ni siquiera se trataba de eso, solo quería estar sola y en silencio. Este día había acabado con todas mis fuerzas y estaba agotada emocionalmente.

Entré en mi habitación y la oscuridad me absorbió. Fui directo hacia a mi cama y me tiré encima, enterré la cabeza en la almohada. Me era imposible acallar mis pensamientos, mi mente no paraba de cuestionarse en qué momento todo se me había ido de las manos.

AntítesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora