Capítulo 5

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Sostuve su rostro con mis manos ensangrentadas y un tanto temblorosas

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Sostuve su rostro con mis manos ensangrentadas y un tanto temblorosas.

—¡No! —solté un grito desgarrador mientras su cabeza reposaba sobre mis piernas, su respiración se había vuelto pesada y sus párpados lentos—. ¡Dime algo, por favor! ¡No puedes hacerme esto! ¡No cierres los ojos! —le exigí desesperada.

Su mirada comenzaba a apagarse, ya era demasiado tarde para arrepentirme ¿Qué había hecho?...

—Perdóname —supliqué, más para mí que para él, porque sabía que la culpa me iba a perseguir eternamente.

—No fue tu culpa —murmuró con un último aliento.

Me desperté sobresaltada y con él corazón latiendo más rápido de lo normal. El sudor empapaba mi piel y mi cabello, de modo que, terminé apartando las sábanas que me cubrían para refrescarme. Permanecí tendida un momento e inspiré profundamente intentando desprenderme de esa presión abrumadora que se asentó en mi pecho. Ningún razonamiento lógico lograba que desaparecieran los temblores causados por el recuerdo de aquella pesadilla vivida, que al mismo tiempo, me condenaba a través de mis sueños.

"No fue tu culpa'', repetí sus palabras infinitas veces; sin embargo, me era imposible convencerme de ello.

No se exactamente cuanto tiempo pasó desde que mi mente decidió acosarme con los dolorosos recuerdos sobre aquel incidente y, desde luego, me martiricé hasta que deseosa por olvidar me obligué a enterrar aquellos pensamientos en lo más profundo de mi memoria.

Por mis cortinas entraban los rayos de luz del amanecer, iluminando mi habitación. Estiré mi mano y tomé el teléfono móvil que reposaba sobre una de las mesitas de noche para ver si tenía algún mensaje.

—¡Oh, Dios mío! Emily me va a matar —grité al aire.

Olvidé que habíamos quedado para desayunar esta mañana. Salté de la cama a toda prisa, ignorando las diez llamadas perdidas y los cuatro mensajes que me había dejado recordándome la hora y el lugar donde nos encontraríamos, pero sobre todo que no llegara tarde con letras mayúsculas.

Justo lo que estaba por hacer.

Aún tenía veinte minutos para llegar. Entré al baño y tomé una ducha a una velocidad increíble. Me enfundé unos vaqueros negros, me pasé una camiseta blanca por la cabeza y encima una chaqueta de punto de color gris. Repasé mi imagen frente al espejo, me veía medianamente presentable, aunque con el pelo mojado; lo dejaría secar con el viento.

Bajé corriendo las escaleras y me dirigí directo a la salida. No tenía tiempo para detenerme a explicar a dónde iba, pero la vida se empeñaba en hacerme llegar tarde. La voz de mi padre me detuvo en el umbral de la puerta.

—¿A dónde vas, pequeña? —preguntó.

—Papá, lo siento mucho, pero llevo prisa. Voy a desayunar con Emily —hablé tan rápido que dudé que hubiera entendido algo.

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