Capítulo 30 - Miedo

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Damián

Acaricio la mejilla de mi hermana, le doy un casto beso en la frente y salgo de su cuarto, últimamente ha tenido pesadillas y debo quedarme ha esperar que se duerma, bajo por un vaso de agua antes de dormir, la casa esta tan silenciosa, desde la última pelea con mi padre no lo he visto pero así es mejor.

Sirvo mi vaso de agua y escucho ruidos en la puerta principal, me asomó a ver y es mi padre y Julio.

— Te he dicho que no iba a servir de nada — dice mi padre.

— Calmate claro que sirvió — le contesta Julio.

— Estas loco y ahora que hacemos, ella te vio, sabe tu nombre, eres un imbécil igual que tus hombres —.

— Calmate, ella fue bastante astuta, fue fría y calculadora, hubieras visto su mirada ahora es vacía —.

— Y ¿eso que? Yo quiero vengarme de su padre, no me interesa si la mocosa tiene mirada vacía o no —.

— Que no entiendes imbécil, esa niña perdió su alma al asesinar y todo por sobrevivir, esa "mocosa" como la llamas esta muriendo por dentro, la hacemos sufrir un poco más y explotará y eso lo usaremos en contra de él — le explica Julio.

— Y ¿como planeas hacer eso? — pregunta mi padre.

— Todos tenemos debilidades y esa niña tiene muchas — termino de beber mi agua y subo las escaleras.

— Hijo no sabías que estabas escuchando — dice Dario.

— Espero que mis hermanos no escuchen tus idioteces — dije subiendo.

— Hey muchacho — me llama Julio — ¿No te interesa saber de quien hablamos? — interroga.

— No, solo se que harán sufrir a alguien — digo y él ríe.

— Cuando te interese saber quien es me avisas — entro rápido a mi cuarto y me tiro a intentar dormir.

(...)

Después de un par de horas en el parque haciendo ejercicios llegó a mi casa, entre directo a la cocina para comer algo ya que moría de hambre.

— Espera a que esté lista la comida — me regaña mi nana.

— Ok — digo en señal de rendición, subo a bañarme. Después de unos seis minutos salgo del baño, me pongo ropa cómoda para bajar a comer cuando un fuerte ruido resuena en cada parte de la casa. Salgo de mi cuarto y veo a Martha subiendo las escaleras, veo el terror y miedo en su mirada cuando otro disparo suena.

— Ve con los niños — le digo serio.

— Mi niño no vayas — me sujeta del brazo.

— Nana ve con los niños y encierre ce en un cuarto — me suelto de su agarre y bajo las escaleras rápidamente, oigo voces proviene te del sótano, una de las voces la reconozco de inmediato.

Entro al sótano y lo primero que veo es a dos hombres atados en unas sillas y uno de ellos con muerto y el otro con un disparo en la pierna, mi padre está en la habitación junto con sus guardias y Julio.

— ¿Que carajos es esto? ¿Te haz vuelto loco? — le hablo a mi padre aunque todos me prestan atención — Puedes hacer y deshacer al mundo entero si te da la gana pero en esta casa no ¿Que no piensas en tus hijos? — le gritó ya harto de él y de todos.

— Te escuchas igual que ella, con derecho a juzgarme — dice da serio.

— Tus hijos escucharon los disparos ¿y solo te interesa eso? — digo con la sangre hirviendo me.

— Ya cállate y vete — dice.

— Es mejor que tú te vayas con todos tus problemas a otra parte, no quiero que mis hermanos vean algo de esto.

— Está es mi casa ya vete — dice en todo neutro y cansado mientras apunta su arma a la cabeza del hombre en la silla que solo lloraba y rogaba — Adiós — dijo fríamente, corrí hasta él para quitarle el arma pero fue muy tarde, otro disparo.

Narrador Omnipresente

El sonido del disparo resonó por toda la casa, Damián se cayó gracias al disparo que lo atravesó en el pecho, rápidamente el piso se llenó de sangre.

— Kevin cargalo y montalo en la camioneta — dijo Darío mientras subía corriendo las escaleras, el guardia cargo a Damián y subió rápido para montarlo en la camioneta, todos los guaruras de Darío se montaron en sus carros y motos y salieron rumbo a la clínica más cercana.

— Más rápido — gritó Darío en el asiento del copiloto, estaba asustado y desesperado, algo poco común en él, solo pensaba en las palabras que un día le dijo su difunta esposa.

— Cuántas veces debo pedirte que no traigas a la casa tus negocios sucios — le reclamo a su esposo — los niños pueden ver o escuchar algo —.

— Ya cálmate, los niños no verán no escucharán nada, deja tus paranoias — dijo ya cansado de todos estos reclamos.

— Tu no te detendrás hasta que lastimes a nuestros hijos — le gritó y salió de la habitación azotando la puerta.

Ese recuerdo se repetía en su cabeza como disco rallado, una tras otra su mente repetía las palabras de su difunta esposa, tras unos minutos ya estaban en la clínica y Damián fue internado de emergencia.

Después de horas y horas aún no se sabía nada, Darío aún no podía creer lo que había hecho, le había disparado a su propio hijo, su hijo podría morir por su culpa y eso es algo que jamás se perdonaría. A la mañana siguiente por fin tenían noticias de Damián y su situación.

— Doctor dígame por favor que mi hijo va a estar bien, le ruego que haga lo que sea para salvarlo — dijo Darío, era simplemente un acontecimiento casi irreal escuchar a el gran Darío rogar, el doctor asintió.

— Señor Darío la situación de su hijo es demasiado delicada, la bala perforó parte del hígado y ha perdido mucha sangre, no le voy a mentir su hijo está muy delicado, necesita un donante de sangre rápido — Darío solo lo veía sin creer lo que escuchaba, sintió su pecho oprimirse y por primera vez sintió miedo de perder a alguien, por primera vez se sintió impotente, se sintió de manos atadas y arrepentido de lo que había hecho.

Eclipse #1 De La Saga EclipsadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora