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Max optó por acompañar a Melissa a su departamento provisorio, caminaban por las calles de Toronto, mirando a sus alrededores, admirando la belleza de las calles.

—Deberías de depilarte las piernas —habló Max.

Melissa miró sus piernas, a su parecer, no había nada de malo, a penas se veían algunos vellos rubios y algunas cicatrices.

Ella ladeó la cabeza y suspiró, algo triste.

—Tal vez —habló algo decepcionada.

Siguieron caminando, y en su paseo, Melissa pensaba, pensaba en cosas que se le venían por la cabeza aleatoriamente.

En un principio, Robert, junto la seguridad de el. Se odiaría si algo le pasara, era lo único que le quedaba, junto a lo que más amaba, era su moneda de oro, que le brindaba felicidad en cualquier momento. El hacía que Melissa sonría en sus peores momentos, era su todo. No soportaría estar sin Robert.

Dante. Oh, Dante, un gran problema para ella, tenían entendido que ellos habían empezado desde cero, pero aún así, se notaba la tensión que había, como una cuerda que se iba rompiendo poco a poco. Como temía que esa cuerda terminara por romperse.

Aunque su personalidad se había reforzado, a veces algunas palabras apuñalaban el corazón algo roto de la peli negra. Mayormente, lloraba por las noches. Se acostaba y escuchaba los truenos que caían, se tapaba con sus sábanas y se abrazaba a si misma, sentía como sus lágrimas se derramaban por los costados de su cara por la posición en la que estaba. Cerraba los ojos con fuerza e involuntariamente, mordía su labio inferior, haciendo que un sabor metálico se apoderara de su boca. Al otro día, se miraba al espejo, veía su boca y notaba un ligero morado junto a un rojo, ella lo tocaba suavemente y sentía un terrible dolor.

—¿Que tienes en el labio? —dijo el varón— ¿Es una mordedura por un beso?

La chica frunció el ceño.

—¿Que? No, no, claro que no.

—¿Entonces que es? —dijo dudoso pero con aires de cinismo en su habla.

—¿Es necesario que lo sepas?

—¿Para que te preguntaría si no?

—Mira, Max —dejaron de caminar—, el que seas un amigo, no te da derecho a interrogarme y a torturarme.

—Qué exagerada, en fin, mujeres —susurró por lo bajo, Melissa lo escuchó.

—¿Perdona? —arqueó una ceja.

—Agh, Mel, perdóname, estoy algo cansado y mal, es tan solo eso, discúlpame por favor.

Melissa frunció el ceño ante su gran cambio de humor.

—Bien, pero ya deja de cagarla.

Lo que quedaba de camino transcurrió con incomodidad.

Aunque Melissa le haya callado la boca, las palabras de Max entraron a su mente. Tenía muy claro que no tendría que dejarse llevar por esos comentarios, pero era más fácil decirlo que hacerlo, nunca había sido una chica segura sobre su cuerpo, le disgustaba y la hacía sentir incómoda. Se sentía esclava de su cuerpo.

Max se despidió y dejó a la chica en el departamento, allí entró y encontró a Robert leyendo.

—Hey Mel —dijo Robert.

Melissa tan solo levantó una mano en señal de saludo, cosa que hizo que Robert se preocupara.

—¿Estas bien? —dijo, Melissa negó con la cabeza, el cerró su libro y caminó hacia el sillón y se sentó—, Ven.

Melissa se sentó al lado de su hermano y apoyó su cabeza en el hombro de el, allí, Robert pasó su brazo por atrás y la abrazó con ese solo brazo.

—¿Crees que soy bonita? —susurró Melissa.

—¿Y todavía preguntas? —dijo Robert, ella asintió—, Melissa, eres preciosa.

—Solo lo dices para hacerme sentir bien.

—Eso no es verdad, mírate al espejo, detallate y..... —Melissa lo interrumpió.

—Decepcionate.

—Amate —corrigió Robert—, te diré algo —Melissa lo miró—. Si no fueras hermosa, cosa que es mentira, serias igual de valiosa, eres maravillosa por dentro y por fuera, Mel, y créeme que importa más lo que hay aquí —señaló el corazón de su hermana—, que lo que hay aquí —hizo una seña como si fuera el exterior—, y si alguien te hace sentir menos, recuerda que tu si usas la cabeza, no te molestes en gastar tus energías en estar triste por personas que no valen verdaderamente la pena, quédate con esas personas que te amaron, te aman y te amarán en cualquier momento de tu vida —Melissa sintió como una lágrima bajaba por su mejilla, ella apretó uno de los almohadones del lugar.

—Mamá me decía casi lo mismo —sollozó.

Robert mordió su labio y la apretó contra su pecho, abrazandola.

Aunque Melissa había sanado, su corazón todavía estaba sensible, era un pequeño cristal, muy valioso y fácil de romper, tenía que tratarse con cuidado y amor, y aunque luciera duro por fuera, un pequeño tacto un poco más fuerte hacía que los cristales se multipliquen, dando a entender que se rompía.

—Se que es duro, lo sé —susurró Robert y la abrazó un poco más—, pero tú podrás, eres una mujer fuerte, dilo.

—Soy una mujer fuerte —Dijo Melissa con la voz cortada.

—Repitelo.

—Soy una mujer fuerte —Dijo ahora con voz más autoritaria. 

—Esa es mi hermana —se separaron del abrazo y Robert le sonrió—, eres fuerte y no dejes que te hagan pensar lo contario.

Melissa le sonrió y le dio un beso en la mejilla a Robert.

—Gracias —Melissa secó sus lágrimas—, iré a mi habitación.

Ella camino y allí entró, puso la puerta con llave y se miró a él espejo de allí.

—Soy una mujer fuerte.

Escuchó como su celular vibró, lo tomó y vio que era un mensaje de Dante.

"¿Como estás?" Decía el mensaje, junto a un "¿Está mejor?", ella entró al chat y respondió "Si, gracias por preguntar, ya sabes, sigo siendo la Melissa llorona de siempre", segundos después, Dante contestó "Me alegra que estés bien, y sobre lo de Melissa llorona, meh, me gusta" Melissa sintió como su corazón se aceleraba, ¿Que le había querido decir? ¿Que ella le gustaba? No, imposible. Otro mensaje llegó "En fin, descansa y mejorate", Dante salió de la línea "Gracias" respondió.

Dejo su celular a un lado y se recostó en su cama, pensando y tratando de aclarar sus sentimientos, aunque en el fondo de su corazón, sabía que nunca podrán ser ordenados.

ʟᴏsᴛ ʟᴏᴠᴇ | ᴅᴀɴᴛᴇ ᴀʟʙɪᴅᴏɴᴇ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora