⿻,,𖧧┊En la noche de brujas el sol se esconde, una completa oscuridad como un oasis en el desierto, una eterna noche con una eterna luna.
En la noche de brujas unos se disfrazan, otros lo celebran y otros sencillamente lo ignoran. Sin embargo, detrá...
Quisiera decir que soy completamente inocente, pero aún después de tanto tiempo, ni yo mismo sé si puedo considerarme así, después de todo, ¿cómo alguien como yo puede medir su inocencia? Con toda franqueza, yo no tengo la habilidad de medir ni siquiera la validez de mi existencia, mucho menos mi inocencia o mi bondad. A este punto ustedes deberán estar preguntándose de qué estoy hablando, divagando así sobre mi deseo truncado de inocencia y mi falta de habilidad, así que primero, permítanme contarles. Había alguien muy especial en mi vida, alguien que me acompañó desde que era solo un niño tonto y solitario. Este personaje respondía al nombre de NamJoon y poseía una belleza que a mi juicio es inmensurable, era dueño de una sonrisa preciosa y unos ojos oscuros tan transparentes que me hacían sentir desnudo al momento de clavarse en mí. Él era mi mejor amigo desde la infancia, uno que conocí poco después de que mi familia se mudara al otro lado del país tras el abandono de mi padre. En ese entonces solo tenía seis años y estaba aterrado de iniciar la primaria, pero después de conocer a NamJoon, todo ese miedo se desvaneció como si nunca hubiera existido en mí. Debo admitirlo, la llegada de este amigo me hizo inexplicablemente más valiente.
Hasta la fecha, todavía no sé la razón por la que jamás quise entrar en razón respecto a él aun cuando en mi subconsciente estaba al tanto de quién era este amigo mío tan querido, después de todo, descubrir aquello fue la razón de la segunda tragedia que atravesé en mi niñez. Pero no nos adelantemos, déjenme hablarles primero de la etapa más significativa que pasé con él: mi desafortunada adolescencia.
El día en que un camino se marcó bajo mis pies, iniciando mi sentencia, fue un día claro en el que NamJoon se coló a mi habitación a escondidas de mi madre para pasar tiempo conmigo después de las clases. Yo estuve encantado de verlo, agradecido de que me permitiera arreglar su cabello y charlar sobre las nimiedades del día mientras él descansaba su cabeza en mi regazo. Él se veía animado, tranquilo y hermoso como siempre, me escuchaba atentamente, de vez en cuando se burlaba un poco de mí o me sonreía, sin saber los desastres que se movían en mi pecho cuando alguna de sus acciones se hacía íntima o demasiado cariñosa.
