El estruendoso sonido de la puerta se escucho aún dentro de mi profundo sueño. Joder, ¿que nadie se compadecía de mi en esta casa?
-¡Gordon! ¡Llegarás tarde si no sales de esa cama!- Mi padre. Ugh, detesto que me llame de esa manera.
-Relájate viejo- murmuré con la cabeza en la almohada.
-No me faltes al respeto, que yo mando en est-
-Sí sí, ahora me levanto- le interrumpí de mala manera.
-¡Más te vale, hoy es tu primer día de clase y si llegas tarde no es mi culpa, Gordon!- decía mientras salía de mi habitación para ir por fin al trabajo, supongo.
-¡Que no me llames así!- exclamé con molestia.
Fui directo al baño para remojar mi rostro en agua y lavarme los dientes.
Tomé de entre el desastre de la habitación mis jeans ajustados, unas botas y mi playera de Sex Pistols.
No sabía qué era necesario llevar en la mochila para el primer día de clases, así que solo tome algunos lápices y un cuaderno viejo.
Todo esto era una mierda, sería el nuevo en ese estúpido lugar lleno de pretenciosos e hipócritas, oh, y maestros, viejos y fastidiosos maestros. Con suerte encontraría alguien para pasar el rato.
Salí de casa sin desayunar, además de que mis viejos no habían dejado nada, no tenía apetito esa mañana.
Mi vida era trágica por éstas simples razones: Mis padres eran unos aburridos abogados "muy importantes" según decía la gente, se la pasaban viajando de un lugar a otro, lo cual me daba oportunidad de hacer lo que me viniera en gana. Pero claro, cuando estaban en casa se la pasaban molestándome con sus estúpidos discursos sobre la disciplina y la importancia de dar "una buena impresión". Tonterías.
Incluso me la vivía castigado, pues cuando mis padres volvían de aquellos viajes se daban cuenta de que su hijito se había hecho otro tatuaje o perforación. Me gustaría haber grabado sus caras la última vez que me hice un tatuaje, ellos se ponían cada vez más furiosos porque lo único que yo me dignaba a hacer era reírme como un idiota.
Por otro lado, me gustaba salir con mis amigos a fiestas en las que terminaba durmiendo en el techo, literalmente. En el sexo, digamos que me iba muy bien, tanto con chicas como con chicos ¿Por qué no?
Creo que ya quedó claro que soy bisexual.
Una cosa que debo mencionar es que, jamás había quedado totalmente enamorado de alguien. Tal vez me habían atraido algunas personas, pero nunca sentí esa cosa a la que llaman amor, lo cual agradecía, todo en respecto a él era para gente fracasada.
Y olvidandome del asunto de contar mi patética vida, debo volver a la realidad.
En ese momento me encontraba andando a la escuela, sí, Michael Clifford tambien caminaba.
No, de hecho lo hacía porque a mi estúpido auto se le estropeó una llanta, entonces no tenía de otra.
Luego de mi larga caminata encontré el bendito instituto.
Apenas puse un pie en el lugar y recibí la mirada de medio mundo, lo cual era increíble. Noten mi sarcasmo.
Lo único que atiné a hacer fue lanzarles mi tradicional mirada asesina a todos sin importarme que algunos parecían querer acercarse a mí. No en esta vida, idiotas.
Fui directo a la clase que se supone me tocaba a esa hora. Tenía mi horario de clases desde días antes, por suerte.
Escuché al profesor llamarme por dentro del aula y abrí la puerta. Me presenté ante todos en una atmósfera pesada e incómoda, la cual por suerte terminó en los siguientes segundos. El profesor mencionó que podía sentarme donde deseara, por lo que observé rápidamente por todo el lugar para ver quien se veía menos estúpido.
Ahí a lo lejos, noté a un rubio con la cabeza abajo, al parecer escribía algo en su cuaderno por lo que pensé que no había notado mi existencia.
Tomé el asiento a su lado esperando no incomodarlo... ¿qué? ¿me preocupaba el incomodar a alguien? Este no es el Michael Clifford que conozco.
Su mirada se giró hacia mí, entonces decidí sacar los pocos modales que quedaban dentro de mí y le dediqué una pequeña sonrisa a la que él respondió de la misma manera.
Lo único que puedo decir, es que me pareció lindo aún cuando llevaba esa ropa que al menos yo, jamás vestiría. Él me agradaba.