𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘊𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰𝘯𝘦𝘴 -𝐃𝐚𝐦𝐢𝐚𝐧 𝐖𝐚𝐲𝐧𝐞.
Desde los inicios de Damian la mayoría de la veces hubo alguien apoyándolo, tal vez demasiado aún cuando se conocieron y no quería tenerlo a su lado termino cediendo ante esos esmerald...
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"Si hubiera una única verdad, no sería posible pintar cientos de cuadros sobre el mismo tema".
—Pablo Picasso
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No perdí más el tiempo estando acostada, me levanté y caminé al armario, saqué una playera blanca junto a una chaqueta roja y un pantalón negro, ya vestida tomé unos calcetines y unos tenis.
Camine al baño, me cepille los dientes y lave la cara sin olvidar atar mi cabello en una coleta, mi fleco salía a relucir aunque lo escondiera.
-Que remedio. —Reí al tratar de acomodarlo pero volvió a sobresalir.
Me dispuse a ir a la cocina y una ves allí lavé verduras y encendí la estufa calentando el agua y poner fideos en ella. Fije mi mirada en el reloj, cinco con veintinueve iba bien con tiempo.
No me entretuvo más tiempo viendo el reloj, cocine la comida que me pidió Bruce y unas horas ya estaba todo listo y acabé con una hora de anticipación.
Pescado frito junto agua de piña, una ensalada de verduras con agua sola, chuletas bañadas de salsa y postre para cada plato. Verlos guardados ya en topers y tener todo estratégicamente acomodado era totalmente satisfactorio. Tomé asiento el la silla del comedor divagando en las noticias que por cierto solo hablaban del señor de la casa y el caballero que es de noche.... pronto se volvió aburrido podía intentar dormir pero sería inútil, me costaba conciliar el sueño cuando me despertaba en la madrugada, entrenar causaría mucho ruido y últimamente Damian se despertaba de mal humor así que era mejor no ser la responsable de despertarlo. Agarré una manzana de la mesa, la mordi, la cáscara de la misma brillaba me hacía recordar a Red, lo extrañaba demasiado quiera haber hablado más tiempo con él mientras pude pero ya no sería posible. Ambos habíamos cambiado nuestros destinos, ni siquiera sé si sigue con vida o vive en otro país. Esos ojos azules ya no estarían en mi vida ni los del pequeño moreno.
Lo único bueno que podía sacar de todo eso era tener a esa bola egocéntrica cerca de mi, dueño de mis alegrías y disgustos. Estire mis brazos para luego empezar a preparar el desayuno de Damian y el mío.
