C I N C O

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Termino de atar el nudo de mi incómoda corbata, sonriendo complacida con el resultado antes de acomodarla entre la chaqueta

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Termino de atar el nudo de mi incómoda corbata, sonriendo complacida con el resultado antes de acomodarla entre la chaqueta.

Bajo las escaleras rápidamente, revisando la hora en mi celular antes de asegurarlo dentro de mi mochila; como lo suponía, ya voy tarde.

7:20am

¡Carajo!

Tomo mi sudadera magenta del pequeño armario de la sala, antes de entrar apresurada a la cocina. No sé por qué mi imaginación ideo por un momento la imágen de mamá preparando el desayuno o simplemente sentada en un taburete, tomando de su humeante taza de café.

La cocina se encuentra vacía, como de costumbre; en la nevera, pegada con un imán en forma de girasol, una nota con una nueva excusa se deja ver.

«Llamaron de la oficina.
Nos vemos después; recuerda que hoy te toca terapia con Joy, no llegues tarde.

-Con amor, mamá.»

Me empalaga tu gran amor, mamá...

Quisiera decir que mi madre es como la típica de los protagonistas en los libros o películas juveniles: completamente inexistentes en la vida de su hijo. Pero no es así.

Mi madre tiene la increíble capacidad de aparecer y estar presente exclusivamente en momentos incómodos, cargados de malos sentimientos, dónde hay malas noticias... ¿Me explico?

Cuando quiero o necesito que esté su ausencia está a la orden del día.

Hago una bola con la pequeña nota, arrojándola al cesto de basura bajo el fregadero. Tomo el dinero que me he dejado, como cada mañana, de debajo del tarro de galletas, saliendo a toda prisa; debido a que el transporte público pasa puntual a las 7, mi opción más viable para no llegar llegar con tantísimo retaraso es la bicicleta de tía Joy.

Comprada bajo unas fugaces ganas de hacer ciclismo, el pobre vehículo quedó rápidamente en el olvido, juntando polvo en el garaje.

Hoy las temperaturas están más bajas que de costumbre, puedo palparlo a pesar de la gruesa tela que me abriga; las calles de Aspen no están tan transitadas debido a la hora, por lo que no me toma mucho llegar hasta la preparatoria.

Al asegurar la bici en el lugar correspondiente, me percato de que hoy no será un muy buen día para mí: varios alumnos al pasar me tiran miradas asqueadas, otros murmuran al desviar la vista y otros más solo se alejan al notar que voy pasando por su lado. Ignorando a todos, como de costumbre, continúo mi camino hasta el aula de Química Avanzada, mi primera clase del día. Para mí sorpresa, al llegar aún no está en el aula la profesora, por lo que me dedico a ubicarme en mi lugar, alejándome de las pocas personas que toman está clase.

Me dedico a organizar los materiales correspondientes sobre la mesa, sorprendentemente la profesora Martin ha tardado en llegar; mientras espero, saco mis audífonos, dedicándome a escuchar un programa de radio local en el que hablan sobre arte y las distintas maneras de expresarlo. Cuando ya han pasado unos minutos, empiezo a creer que ya no tendré esta clase, pero la profesora hace acto de presencia, arruinando los planes que mi cerebro estaba creando; el repiqueteo estrepitoso de sus zapatos de tacón y el aroma dulce de su perfume la delatan, dirijo mi vista a la puerta al instante por acto reflejo, está de pie junto al entrenador del equipo escolar de soccer, conversando con él. Unos segundos más tarde él se retira, mientras que la profesora se mantiene quieta en su lugar, moviendo su pie con notable estrés. Todos la observamos expectantes, antes de que una figura masculina y bien trabajada se deje ver.

Odiosamente Enamorada © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora