Capítulo 4

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"Nuestro primer-último encuentro en el ascensor"

-¡No os oigo cantar, supernenas!

Cómo iban a cantar si llevaban más de tres horas corriendo por la arena de la playa y, de vez en cuando, haciendo flexiones o abdominales, todo aquello con la máscara puesta. Aunque estuvieran en pleno invierno, tenían demasiado calor debido al ejercicio.

Después del encuentro con Volkov en los vestuarios, Conway los mandó a casa y les recordó que al día siguiente, tendrían que estar a las seis de la mañana en el parking de la playa del Pier para la instrucción/entrenamiento.

-No tenemos casa -recordó que dijo Gustabo.

Conway les dio la dirección de un apartamento que se alquilaba cerca de dónde vivía él anteriormente. Horacio estaba prácticamente en números rojos, por lo que compartiría piso con Gustabo hasta que tuviera suficiente dinero. Además, tenía que volver a su antiguo piso a recoger sus pertenencias, las cuales solo se trataban de su ropa.

-¡Aquí mi fusil, aquí mi pistola! -escuchó cómo Conway comenzaba a cantar, de nuevo.

-¿Podemos descansar, súper? Por favor -pidió Horacio sintiendo cómo las piernas, especialmente los gemelos, le ardían.

-De acuerdo.

Horacio dejó de correr en cuanto escuchó la respuesta afirmativa de su superior, al hacerlo, sintió cómo le temblaron las piernas debido al cansancio. Sin poder evitarlo, cayó en la arena, junto a Gustabo, quien se encontraba en la misma situación que el menor.

Se quedó tumbado con los brazos y piernas extendidos mientras miraba el cielo. Eran, aproximadamente, las nueve de la mañana y ya estaban totalmente agotados, no sabían cómo lograrían seguir en pie durante su jornada de trabajo en la tarde, allá sobre las tres de la tarde. El pecho de Horacio subía y bajaba notoriamente y su garganta quemaba cada vez que respiraba en busca de más oxígeno para llenar sus pulmones. Para poder coger más aire, subió el pasamontañas hasta por debajo de la nariz, mostrando su barba y sus labios.

El Superintendente se acercó a los chicos y se sentó al lado de ellos; este, al contrario, no mostraba signos de agotamiento.

-Repasemos los códigos -dijo Conway-. ¿Qué es un 10-38?

-¿A quién pregunta? -interrogó Gustabo aún con la respiración agitada.

-Os pregunto a los dos, anormales.

-Contesta tú, Horacio -dijo Gustabo. Horacio rió para sus adentros, mostrando solo una sonrisa. Siempre que tenían que explicar o contestar algo, su hermano lo mandaba a él hablar. No sabía por qué, ya que el que tenía el pico de oro de los dos era Gustabo.

-Solicitar una ambulancia -respondió Horacio de forma correcta.

-¿Un 10-10? -ambos lo pensaron, no tenían idea- ¿10-97? -otra pausa- Joder, ¿10-35? ¿10-42? ¿Sabéis qué es un Código 1 acaso? -preguntó exasperado ante la falta de conocimiento de los dos subinspectores.

-¡Persecución! -gritó el rubio- ¿Verdad, Horacio?

-La madre que os parió... -maldijo Conway metiendo su mano en el bolsillo trasero de su pantalón y sacando un cigarro.- Ya podéis estudiar hasta saberlo de memoria. Tú también, Gustabo -añadió. Conocía lo suficiente a este para saber que dejaría que Horacio se los aprendiera y así no tener que utilizarlos él.

-Qué aburrido eres, viejo...

El Superintendente dio por finalizado el entrenamiento mucho antes de lo que hubiera querido, pero tampoco quería matarlos a correr y que luego no fueran productivos en servicio.

Starting Over / VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora