9

1K 160 8
                                    

-Christian.


-¿Sí?

Tomé aire.

-¡¿Me quieres ver la cara de estúpida?!

-¡No!

-Pues eso parece -me crucé de brazos y me alejé hasta la barandilla de aquel lugar por el que entraban todas las luces del atardecer- primero empiezo a trabajar como tu asistente para ayudar a mi prima, todo iba mal como es usual en mi vida y entonces tenemos sexo, buen sexo, del cual, de alguna forma, tomaste mi mala suerte, y lo sé porque a donde quiera que voy pasan cosas como encontrarme dinero o descuentos mágicos.

-En los que no tengo nada que ver -interrumpe.

-Y ahora, por arte de magia, me has devuelto la mitad de mi mala suerte... ¿y de eso concluyes que somos almas gemelas?

Da un paso al frente pero al ver que alzo las manos mostrando mis puños retrocede de nuevo, se palpa el bolsillo del pantalón un momento y luego sus ojos brillan con una idea.

-Ven, sígueme.

Lo hago, me conduce hasta un cuartito subiendo unas escaleras de madera, hay una ventana que da una preciosa vista a la bahía, algunos veleros flotan despreocupados sobre el agua que destella por los rayos del sol que comienzan a bajar cada vez más, pero él no ve eso, hay una pared llena de trofeos a nuestras espaldas, empuja uno de ellos pequeño con una estrella dorada, al inclinarse toca el siguiente trofeo, luego el que sigue, y uno más hasta que yo pongo la mano y evito que siga la cadena, al empujarlo a su sitio el resto hace lo mismo.

-Anastasia... nos complementamos -apoya una mano en la estantería- nunca creí que esto me pasaría en la vida, pero es así.

-No es verdad -apoyo mi mano igual que él- esto no demuestra nada.

En ese momento el universo hace que el estante de madera en el que apoyamos las manos decida que la gravedad es demasiado fuerte y se viene abajo con todos los trofeos, el estrépito me estremece y cuando veo a Grey de nuevo, alza una ceja divertido.

-Okay puede que eso demuestre algo.

-Tal vez no quieras verlo -ignorando el desastre se mete la mano al bolsillo, saca lo que parece la cadena con el dije del trébol pero es más que eso: son dos cadenas, con medio trébol colgando de cada una de ellas- pero luego de que lo aceptes, como yo, será más fácil adaptarnos a ello.

-Pero... es absurdo -veo como destellan los dijes, me siento abrumada y se me acaban los argumentos- tu y yo...

-Somos la mitad del otro -susurra.

-No -esta demasiado cerca de mí- solo solos... solo soy... solo fui tu asistente.

-Asistente -sonríe de esa forma tímida que me encanta- por algo se empieza una relación.

-¿Relación?

-Quiero que seas mi novia, formalmente -con la mano libre cubre mi mejilla, acariciando mis labios con su pulgar- por un tiempo antes de comprometernos, conocer a nuestras familias, anunciarlo a todos y...

-¡No! -me aparto tropezando con los trofeos, apresurándome a la escalera- amigo, necesitas que te vean la cabeza, una buena sacudida...

-¡Ana cuidado!

Intenta tomarme de la mano pero no es tan rápido, me voy directo por el hueco para bajar perdiendo el equilibrio, con una mano me sujeto de la escalera y quedo colgando como un mono, él llega con cuidado a mi lado, se recuesta sobre el suelo para ayudarme pero aún tiene la mano débil por el accidente con el kick boxing y hace una mueca.

-Agarrate bien, te voy a balancear para que te agarres de la escalera.

-No me sueltes.

-No lo haré.

Y ahí estamos, los dos intentando que me balanceé como un chimpancé de circo hasta que mis piernas se apoyan en la escalera de nuevo y soltamos el aire aliviados, alzo la vista de nuevo a sus ojos grises que contrastan con lo pálido de su rostro.

-Eh... en SIP tienen una buena póliza de seguros.

-¡No me hables de eso ahora que me he recuperado de la muerte!

-Bueno está bien, no diré más.

-No voy a aceptar el trabajo, seguiré mi plan de usar el enorme cheque que mandaste y voy a emprender mi negocio.

-Puedo ser tu aval, o tu asesor financiero... o tu asistente.

Por nuestra distracción no escuchamos risas acercándose, pero entonces la puerta se abre y son nada más y nada menos que Elliot y Kate, su hermano y mi amiga, al vernos sus risas paran y se acercan deprisa.

-¿Qué pasó, están bien?

-Todo bien -digo yo.

-Eso es llevar las cosas al extremo -se burla Elliot- por cierto, buena vista desde aquí.

-¡Oye, esas son mis bragas Ana! -Kate da un pisotón en el suelo.

Ojalá eso abriera una grieta donde caer y no salir jamás.


Salimos del embarcadero los cuatro, ellos toman el sendero del jardín y yo voy en silencio junto a Christian de vuelta al auto, pero nos detenemos antes de llegar ya que Taylor sigue revisando el motor, me da las cadenas con el dije partido.

-Esto te sigue perteneciendo.

-Yo te lo devolví, es tuyo.

-Quiero que lo conserves, así no correrás tanto peligro.

-Yo sé vivir con esto, debes quedártelo tú.

-Yo estoy acostumbrado a que todo me salga bien, pero he aprendido que de los errores y los inconvenientes uno aprende más, justo es lo que necesitaba.

-Bueno... yo necesitaba saber cómo era que por una vez las cosas te fueran bien.

-Se siente bien ¿eh?

-Sí, ver que si algo malo pasa no es culpa tuya.

-O que si pasa, eres capaz de resolverlo por tu cuenta.

Oh.

Dios.

Mío.

El bastardo tiene razón, nos complementamos.

Somos como las dos piezas del dije, como la llave indicada que abre un candado, como...

-¿Ahora te das cuenta, no es así?

El corazón me late como loco, me miro la punta de los zapatos sintiendo ganas de correr y al mismo tiempo alzarme de puntillas y besarlo.

-Y ahora...

-¿Ahora, qué? -pregunta.

-Sí, ¿ahora qué?

-¡Mierda!

Algo parece explotar, pero solo ha sido la tapa del anticongelante del auto que sale disparada por lo que parece un geiser de color verde neón, el líquido sale como una enorme fuente ardiente y humeante, Taylor se apartó a tiempo, y a nosotros nos cubren gotitas que nos queman, al retroceder el enorme charco nos hace resbalar y caer sobre nuestros traseros, nos miramos entre la risa y el dolor.

-Ahora, señorita Steele, nos daremos un baño y luego haremos algunos planes.

-Y por seguridad -tomo las cadenas, le doy una y yo conservo la otra- y la de Taylor, tendremos que usar esto desde ahora.

Y así, llenos de líquido verde viscoso, el trato de jefe y asistente concluye, dando paso a un nuevo contrato.



Asistente|Relato|ChristasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora