-¿Sabes? Hay una razón por la que desde niña me dicen Ana-mala-suerte, y la cicatriz de mis ocho fracturas en la infancia lo comprueban.
-Estarás sentada casi todo el día, no te va a pasar nada por esos tacones de dos centímetros.
-Eso crees tú, espera al martes, seguro me rompo al menos dos vértebras.
-Por favor prima -ella juntó sus manos y puso esa expresión de cachorrito que tanto podía conmigo- eres la única persona que conozco que puede hacer esto, y mi esposo me prohibió cualquier contacto con mi teléfono o el computador durante las próximas dos semanas.
-Es comprensible, es tu luna de miel.
-Y mi avión sale en dos horas -miró el reloj de su muñeca- así que debería irme ya, cualquier duda puedes enviarle un mensaje a Ross o preguntar a cualquiera de las otras secretarias, o mejor aún lee el archivo de setenta y ocho hojas que hice para ti.
-¿Andrea?
-Señor Grey -mi prima se levantó de un salto mientras yo tomaba mi café e intentaba volverme más minúscula en mi asiento, mi nuevo asiento, el que ocuparía por dos semanas, si esto iba bien conseguiría un trabajo en esta enorme empresa y aspiraría a un sueldo mayor que los trescientos dólares que ganaba a la semana en la ferretería- estaba dándole las últimas instrucciones a nueva asistente que me remplazará.
-Te lo agradezco -respondió la voz profunda- pero deberías estar descansando ya, por cierto ¿qué tal tu boda?
-Todo fue maravilloso, gracias por el regalo por cierto.
Me reí, mi prima había llorado a mares cuando en medio de la fiesta su jefe había enviado boletos en primera clase y una reserva en un resort exótico por dos semanas, ni en la ceremonia dejó salir tantas lágrimas.
-Te lo mereces por tu buen trabajo, ahora debes marcharte.
-Claro, solo deje que le presente a la señorita Anas...
-Hola buenos dí...
-¡Mierda!
Todo ocurrió a la vez: yo me levanté con el café en la mano, mi prima se giró hacia a mi, el café salió volando y mi jefe temporal recibió un expreso hirviendo en su pulcra camisa blanca.
Sí, la forma perfecta de empezar mi día.
Más tarde, luego de despedir a Andrea y no recibir más allá de una mueca de enfado del famoso señor Grey, seguí la lista de tareas indicada, todo iba bien hasta que tuve que llevarle al jefe la correspondencia, caminé con mucho cuidado para no tropezar, toqué varias veces pero como nadie respondió decidí echar un vistazo dentro, no se veía el hombre por ningún lado... pero la oficina era enorme, casi del tamaño del departamento que compartía con Kate, di unos pasos para curiosear u por fin escuché agua corriendo cerca ¿tendría un jacuzzi? de las personas con dinero se esperaban ese tipo de cosas, había una puerta entreabierta en la esquina, al mirar por la rendija dejé salir el aire: el mejor torso desnudo que había visto en mi vida estaba reflejándose en un enorme espejo de lo que debería ser el baño, al alzar la vista vi que el señor Grey estaba muy metido en una llamada telefónica, seguramente pidiendo una camisa limpia a la medida al momento, uff, miré una última vez aquel cuerpo delicioso antes de dar media vuelta y volver a mi lugar.
Mi opción favorita era dejar los papeles en su escritorio y huir, eso hice durante el día hasta la hora de salida, firmé la tarjeta de salida que tenía de forma temporal y tomé mis cosas, no me apetecía bajar veintidós pisos pero había algo con los elevadores que no se me daban.
-¿Se va ya, señorita Steele?
Ay, di un respingo dejando caer mi bolso, el jefe frunció el ceño levantándola me la tendió, uy, solo podía imaginar de nuevo su torso ahora cubierto de nuevo.
-Sí, son las cinco... siento lo de su camisa en serio no era mi intención.
-Lo sé, tranquila -relajó su expresión- los accidentes pasan.
-No se hace una idea -murmuré y apunté a las escaleras- bueno, que pase un buen día.
-¿No irá a tomar las escaleras, verdad?
-Eh sí, no soy una persona de elevadores.
-Aquí tenemos los más rápidos y seguros del mercado -pulsó el botón y como si fuera un mago las puertas se abrieron esperando a que subiera- adelante.
-De verdad que no es necesario, me gusta ejercitarme.
-Ya entiendo -apoyando su mano en mi hombro me empujó dentro, también entró y se acomodó a mi lado- puedo acompañarla si tiene miedo, voy al sótano, ¿tiene auto o va a la primer planta? espero que le hayan hablado del transporte que tenemos para empleados.
-Tengo un auto -vi las puertas cerrarse lentamente frente a nosotros- al sótano está bien.
-Bien, llegaremos en un momen...
Pum.
El piso tembló, las luces se apagaron y el elevador se detuvo.
-Esto... esto nunca había pasado -en la penumbra, Grey tanteó el panel de botones y presionó el botón de emergencia, una luz roja brillo sobre nosotros antes de que una voz robótica nos hablara diciendo que pronto un equipo técnico se encargaría de la falla.
-Le advertí que pasaría -me cubrí el rostro con las manos- es mi mala suerte, lo juro, a donde quiera que voy estas cosas pasan.
-Solo es una coincidencia -sacó su móvil llevándoselo a la oreja- Taylor, ¿ya lo sabes?... bien, dense prisa.
-No es coincidencia -me dejé caer contra la pared- en serio, debí tomar las escaleras.
-Mantenga la calma, esto solo hará que mi equipo revise este equipo, seguro hacía falta mantenimiento o algo así -se apoyó en la pared frente a mi- al menos aquí no tiene necesidad de ocultarse.
-¿Perdón?
-Ya sabe, puede mirarme directamente y no a través de una rendija.
Mañana mismo pondría mi renuncia a este puesto temporal.
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Asistente|Relato|Christasia
FanfictionUna vez más reescribo la historia a mi manera. Solo intentaba ayudar a su prima para que disfrutara de su luna de miel, pero luego las cosas una tras otra comenzaron a ir mal no solo para ella, sino que cada vez parecía compartir su mala suerte con...