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El jet privado aterrizó sin problema a pesar de la tormenta que caía en Nueva York: tuvimos turbulencia durante la mitad del camino, la pobre Ross estuvo vomitando la deliciosa cena que nos sirvieron en el trayecto, yo logré aguantar lo que me hizo sentir peor.

-De verdad lo siento bastante.

-Anastasia basta, no fue tu culpa que una tormenta decidiera formarse sobre nosotros.

-Aunque fue bastante raro -Ross me dio unas palmaditas amistosas- pero las coincidencias pasan.

Escuche a Taylor carraspear detrás de mi, seguro intentando ahogar una risa y podía entenderlo; habíamos llegado a un elegante edificio de ladrillos rojos, yo pensaba que nos quedaríamos en algún hotel pero al parecer mi jefe prefería quedarse en su propio lugar, al detenernos frente al elevador Grey dio un paso por un costado y abrió la puerta de las escaleras de emergencia.

-Los veremos arriba.

Yo le sonreí agradecida, no soportaría quedar atascada en un elevador con otras tres personas sabiendo que una de ellas tenía el estómago sensible. Esta vez por suerte solo eran tres pisos los que subimos, el edificio, según vi, tenía apenas cinco, salimos al pasillo del tercer piso donde ya nos esperaba Taylor.

-¿Y Ross?

-Aquí -dijo desde el marco de una puerta, su maleta estaba a sus pies- esta vez me quedo aquí.

-Es la primera vez que Anastasia viaja con nosotros -medio gruñó Grey- déjala quedarse ahí.

-Te advertí la última vez que no me quedaría de nuevo en tu piso, no me apetece despertar a las tres de la mañana por tu incesante ruido -ella me miró- ¿te gusta la música de piano?

-Supongo.

-Está dicho -dio un paso dentro- nos vemos mañana.

-A las siete aquí -le gritó mi jefe cuando ella cerró la puerta.

Yo espere rezagada mientras mi jefe abría la otra puerta del pasillo, me invitó a pasar primero y miré el enorme espacio con la boca abierta, era un departamento precioso todo decorado con muchísimo gusto, sin duda un piso masculino perfecto para un soltero en la ciudad.

-El departamento donde está Ross solo tiene una habitación, pero como te diste cuenta, te quedarás aquí, Taylor te llevará a la habitación de invitados.

-¿Este lugar es suyo?

-Sí, siéntete como en casa, puedes tomar lo que gustes de la cocina, hay una biblioteca también, pero mañana habrá tiempo de mostrarte, por ahora será mejor descansar.

-Bien, pues... que pase buena noche, señor Grey, no me molesta que toque el piano a la hora que sea.

Apretó los labios y asintió, seguí a su guardaespaldas hasta una habitación que tenía el tamaño del piso que compartía con Kate, cuando me quedé sola exploré cada rincón, tenía un balcón con paredes de cristal con una vista a las concurridas y lluviosas calles de la ciudad, un armario que jamás llenaría y un cuarto de baño con una enorme tina que me apresuré a llenar, le vacié una botella de burbujas y entré con mi Ipod sintiéndome como Julia Roberts en Pretty Woman, al salir me resbalé cayendo sobre mi trasero pero no fue más allá de eso, me puse mi pijama y me tendí en la cama mirando pasar los setecientos canales de televisión de cable, eran casi las once así que lo mejor sería dormir, dejé un canal de música con el volumen bajito y me arrebujé en el enorme cobertor de plumas, no me costó nada dormirme, pero desperté con un aterrador sonido que además sacudió todo el piso, salté de la cama muy desorientada.

-¿Kate? Ay, mierda.

Me había golpeado el pie con un mueble, recordé que no estaba en Seattle y busqué la lámpara a tientas, no encendió, pero di con mi móvil, eran las dos de la mañana y afuera seguía lloviendo sin control, aún un poco aturdida salí de mi habitación medio tropezando en la oscuridad hasta la sala, una pared de cristal iluminaba la estancia de forma extraña, me acerqué y al mirar abajo ahogué un grito retrocediendo, choqué con algo que gruñó.

Mi jefe.

-Lo siento.

-No te disculpes.

-Lo siento.

-¿Qué pasó?

-Hay un árbol incendiándose abajo.

Miró por la ventana como hice yo, a pesar de la lluvia el fuego estaba bastante vivo y había mucho humo subiendo, a lo lejos ya se escuchaban sirenas, seguro los bomberos estaban en camino.

-Debió ser un rayo -se frotó los ojos, ahí note que iba solo con un pantalón de pijama y se me secó la boca- no corremos peligro, será mejor volver a dormir.

-Pe-pero se ha ido la electricidad.

-Quedará restaurada en un rato, debió dañar algo y... ¿Anastasia?

Yo me había rodeado el cuerpo con los brazos y pegué mi espalda a la pared de cristal.

-Me quedaré aquí, para asegurarme que todo se solucione.

-¿No me diga que le da miedo la oscuridad?

-No.

-Seguro que sí.

-No le temo, solo no me gusta estar a oscuras en un lugar que no conozco.

-Suena coherente para mi, pero tenemos que estar listos en unas cuatro horas, te puedo acompañar a tu habitación.

-No, yo um, dormiré en el sofá.

-Anastasia usted es una mujer adulta, por favor.

-Es por su seguridad, yo me encargo de que esté a salvo.

-Para eso tengo a Taylor.

-No está aquí.

-Está durmiendo en el piso de abajo.

-Yo seré entonces su guardaespaldas esta noche -caminé hasta el sofá a solo unos metros de ahí y me acomodé- sí, este es el lugar ideal, vaya tranquilo a dormir señor Grey.

Por la oscuridad no supe qué cara puso pero lo escuché marcharse cuando las luces rojas y blancas de los bomberos parpadearon afuera, sintiéndome más tranquila me acurruque en el sofá con un suspiro, un minuto después sentí como me echaban una mana encima, no me moví, bastante vergüenza había pasado ya por un día.

-Descansa Anastasia.

Lo hice, me quedé profundamente dormida hasta algún momento cuando sonó mi alarma, manoteé al rededor para buscar mi móvil, pero la melodía que sonaba no era la habitual, parpadeé y el sonido venía del bolsillo de mi jefe.

Mi jefe estaba dormido en la otra punta del sofá, hecho un ovillo como un niño pequeño... con un torso digno de Hércules, me levanté despacio, caminé hasta él, veía la luz de su móvil y lo escuchaba ¿cómo él no se levantaba? metí la mano a su pantalón y saqué el móvil, eran pasadas las seis, apagué la alarma y bueno, había que despertarlo.

-¿Señor Grey?

Nada.

-Eh, señor Grey es hora de despertar.

Nada, lo toqué con mi dedo en el hombro un par de veces, frunció el ceño, buscó a tientas la cobija que estaba sobre el suelo y tiró de ella.

Yo estaba parada sobre ella.

Perdí el equilibrio cayendo sobre él, eso lo despertó al menos.

-Lo siento.

-Mal... dita sea -abrió los ojos- deja de disculparte.

-Lo siento, lo siento lo siento lo sien...

Y bueno, el tipo estaba harto de mí, solo quería que me callara y usó esa técnica infalible que funcionaba para todo el mundo.

Me besó.

Asistente|Relato|ChristasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora