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No renuncié.

La verdad es que luego de que nos sacaran del elevador a mi y al jefe apenas tres minutos después de que nos quedamos varados decidí que no era un gruñón, así que ahora tenía dos incentivos cada mañana: un buen sueldo y un atractivo hombre que pasaba frente a mi escritorio varias veces al día.

-Hola Ana -una de las muchas secretarias me saludó al llegar por las escaleras- ¿emocionada por tu último día?

-Qué tal, sí -logré llegar hasta mi lugar sin derribar nada y sin tirar mis papeles- dos semanas sin una mala racha, quizá eso significa que conseguiré un puesto fijo aquí.

-Será bueno tenerte por aquí -me tendió una carpeta- estos son los mensajes para el señor Grey.

-En seguida se los llevo -dejé la carpeta sobre mi desordenado escritorio, mi teléfono estaba sonando.

Tuve que vaciar mi bolso para dar con el móvil, varias cosas comenzaron a caer pero al ver el nombre de mi prima decidí que podía esperar, de su lado de la linea se escuchaba mucho viento y estática, apenas se podía escuchar su voz entrecortada.

-Habla más alto, no estoy entendiendo nada.

-No hay... el nuestro... pero... ¡tres días! Y... siento mucho... te lo juro...

-Detente, ¿tres días para qué?

-¡Para volver! Ana se canceló el vuelo... atrapados hasta que pase la tormenta... a tiempo, ¿sí?

Me estaba levantando para buscar mejor señal pero tropecé con algo de lo que había caído de mi bolso, mi café, que por suerte estaba en mi termo bien cerrado esta vez seguía rodando por la alfombra lejos de mi, cuando me levanté la falda que llevaba ese día plisada se atoró con el borde de la mesa y el tirón la desgarró, estaba llorando mentalmente por los cincuenta dólares que había pagado por ella cuando mi intercomunicador anunció una llamada del despacho del jefe, maldiciendo me apresuré a atender dejando mi móvil de lado.

-¿Señor Grey?

-Venga a mi despacho, por favor.

-En seguida.

Maldición, miré a toda prisa a mi alrededor... la grapadora tendría que ser, a prisa traté de unir la tela lo mejor que pude, pero una diminuta y metálica grapita terminó en mi dedo pulgar, dolía, dolía, dolía, sin dejar de pensar en eso y tomando la carpeta me apresuré a su despacho y toqué dos veces, su voz profunda indicó que entrara.

-¿Quería verme?

-Toma asiento -señaló la silla frente a él.

Me acomodé con sumo cuidado tratando de ocultar la zona rota de la falda, él estaba concentrado con algunas anotaciones frente a él así que despacio deslicé la carpeta sobre su escritorio.

-Sus mensajes de hoy, señor.

Siguió sin decir nada por otro minuto más, finalmente estampó su firma y dejó de lado el montón de hojas antes de mirarme de frente.

-Recibí el correo de Andrea sobre... ¿se encuentra bien?

-Eh, sí ¿porqué lo pregunta?

-Hay una mancha de sangre en la carpeta.

Miré mi mano e hice una mueca al ver el dedo aún con la grapa sangrando, maldición casi lo había olvidado, mi jefe se levantó rodeando el escritorio, me tomó la mano y solté un chillido cuando me sacó el diminuto y afilado objeto, más por la impresión que por dolor, tiró de mi hasta el baño, abrió el grifo del agua, me lavó y luego tomó un botiquín del que sacó una bandita y me la colocó con sumo cuidado, yo me dejé hacer como una niña pequeña.

-Haga favor de tener más cuidado en su bienestar, por si no lo sabe, tenemos dos enfermerías en el edificio.

-Sí señor, lo siento.

Aún así, no me había enviado a ninguna de ellas.

-No te disculpes -suspiró y se secó las manos con un paño- te llamé porque recibí el correo de Andrea, sé que tiene problemas para volver pero yo necesito hacer un viaje a Nueva York y tengo que llevar a mi asistente, sino tienes inconvenientes, necesito que salgamos esta noche.

-¿Nueva York? -estaba boquiabierta, jamás había ido ahí- sí... ¡sí! 

Frunció el ceño al ver mi emoción, yo me enderecé y me llevé la mano a la frente imitando un saludo militar.

-Puede contar conmigo señor Grey.

-Bien, vaya a casa a la hora del almuerzo a recoger sus cosas, Taylor la llevará y traerá, nos quedamos hasta el lunes, quizá martes si se retrasa algo.

-Entendido señor, eh, si es todo regreso a mi lugar.

-Adelante.

Estaba dando un paso para salir del baño cuando mi falda, una vez más, decidió engancharse quizá con una grapa en los carísimos pantalones de mi jefe, intenté tirar con suavidad pero la tela solo generó una reacción en cadena que abrió todas las grapas y al siguiente segundo estaba de espaldas a mi jefe con la falda alrededor de los tobillos.

-Esto no puede estar pasando -cerré los ojos- por favor, dígame que estoy soñando.

Hubo unos larguísimos segundos de silencio, luego un carraspeo a mi espalda, sentí como las manos de mi jefe tomaban los restos de la falda alzándola hasta mi cintura, la piel se me puso de gallina y tenía ganas de llorar, me hizo algún tipo de nudo y luego sentí la calidez de su saco sobre mis hombros, cubriéndome.

-Llamaré a Taylor para que te lleve a tu casa ahora mismo -dijo aún a mi espalda.

-Gracias -pude decir a través del nudo de mi garganta.

Di unos pasos comprobando su era seguro andar, lo era, al parecer era hábil con los nudos, salimos del baño en silencio, me acomodé en uno de los sofás para visitantes con el rostro agachado.

-Ha sido un accidente -sus zapatos aparecieron en mi campo de visión- no saldrá de estas paredes, señorita Steele.

-De entre todos mis momentos de mala suerte, este ha sido el peor.

-Usted no tiene mala suerte -soltó un suspiro- más bien, fue un mano a mano.

-¿Perdón?

-Usted me echó un vistazo, esta vez fue mi turno.

Alcé el rostro asombrada, pude ver una diminuta sonrisa en sus labios, ¿ahora qué, debería preguntarle qué pensaba sobre mis braguitas de cachorritos? aparté la vista, ruborizada.

-Tome el elevador para el servicio, al llegar al sótano mi chófer la estará esperando, tómese el día, la veré en la noche en el aeropuerto.

Agradecí despacio y me levanté, no miré atrás pero podía jurar que seguía riéndose de mi.

Asistente|Relato|ChristasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora