•16•

36 8 1
                                    


Aunque trato de concentrarme en caminar y llegar al pueblo más cercano (el cual se encuentra cruzando el maldito bosque), el constante ardor de la marca del ángel no me pone la tarea nada fácil. Sugawara no se ha separado de mi lado y eso aligera un poco la carga, pero al igual que yo se encuentra cansado y no solo él. Todo el equipo lo está, incluso puedo sentir el cansancio de Kenma.

Suspiro, freno mi andar y volteo a ver a Suga, quien no duda en soltar un gran bostezo y apoyarse en mi hombro, suelto una risa baja antes de colocar una mano sobre su cabello.

— Vamos a parar aquí —anuncio, ayudándole a tomar asiento en la tierra. Él me ve sonriente, sus ojos entrecerrados por el sueño.

— Gracias.

— Soy yo quien debe de estarte agradecido, has estado aliviando el ardor desde hace tres horas —a su lado Nishinoya se deja caer, para después apoyar la cabeza en el regazo de Suga—, ¿podrás cuidarlo?

— Nos han salvado el trasero ahí atrás, es nuestro turno —asiento en aprobación a sus palabras.

— Bokuto —volteo a verle y entrecierro los ojos al verle arropar a Akaashi y Yamaguchi, ambos hombro contra hombro—. Veo que tendremos que descansar más de lo que tenía planeado.

— ¿En serio lo acabas de razonar ahorita? —el de ojos dorados sonríe de lado, viéndome con una ceja alzada. Vuelve su atención al frente y la frazada que ha colocado en los señores la expande un poco más para cubrir a Tsukki, quien se ha acomodado al lado de Akaashi.

— ¿Acaso ya está dormido ese rubio cuatro ojos?

— Shhh, cierra la boca —se incorpora, comenzando a andar hacia mí—. Está fingiendo dormir, no quiere hacer nada.

— Vaya, son tan contrarios que me sorprende que sigan tan juntos —eso hace a Suga soltar una risilla.

— Si vamos a descansar aquí debemos hacer una fogata —suelta bostezo, pasando los dedos por el cabello de Nishinoya, quien ya parece estar en el mundo de los sueños—, los declaro los más capacitados para ir por la leña.

— Cierto, el fuego mantiene lejos a las criaturas —Bokuto usa sus manos para crear comillas en la palabra "lejos", dejando en claro el sarcasmo—, si eso no sirve les golpeamos con varas.

— El que tiene la marca soy yo, no deberías quejarte tanto —volteo a ver el resto de demonios, Daichi está al lado de Oikawa, quien parece mantener una intensa platica con Hinata, Kageyama y el maldito puto ángel—. Ya hay que irnos, todavía hay un poco de sol así que estarán bien mientras volvemos.

Suga asiente, a pesar de estar cansado decide que va a ser quien haga la primera guardia y eso no es de sorprenderse, él es muy entregado en su equipo y en todo, las cosas como son. Bokuto y yo caminamos entre los árboles, bajo nuestros pasos hojas y ramas secas crujen, de igual forma puedo escuchar pequeños animales escabullirse.

Bokuto camina a unos pasos tras de mí, cada tanto nos agachamos para recoger varas secas. El cabrón celebra al encontrar champiñones y unas moras comestibles, eso no es de sorprenderse. No sé si sea en todos los dragones, pero él comparte este gesto con algunas aves, el recolectar cosas para su compañero. Todo lo comestible o brilloso que se encuentre, va para Tsukishima.

Ahora que lo pienso, ellos son pareja desde hace miles de años, prácticamente sus vidas se enlazaron cuando se miraron a los ojos. Se prometieron pasar el resto de su vida con el otro sin usar palabras, sin conocerse en realidad... ¿por qué los envidio tanto ahora?

Sacudo la cabeza, no puedo pensar así. Yo no soy así, es la estúpida marca de ese maldito ángel.

— Mira, aquí hay más moras azules —la voz de Bokuto llena de emoción me hace salir de mi ensimismamiento, volteo a verle y el cabrón ahora usa sus alas para cargan con todo lo que le quiere llevar a Tsukki.

El Demonio PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora