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Portar un ángel es muy diferente a llevar a un simple pasajero, esta mierda actúa como un maldito faro para monstruos de todo tipo de niveles, incluso los Coco intentan alcanzarnos con sus largos brazos desde las alcantarillas, sin embargo, no duran mucho tiempo; siguen siendo débiles bajo la luz del sol, a pesar de los años que han estado gobernando el mundo, no supera la eternidad que tuvieron que vivir bajo camas y sombras.

Muy diferente a nosotros que hemos vivido al lado de los humanos desde su creación.

Volteo a ver a Kenma, él se encuentra sentado a mi lado derecho y su mirada está fija en lo que yace frente de nosotros, un ángel. Su piel es muy blanca, como la nieve o las nubes, pero cada vez que un monstruo se acerca demasiado al carruaje se vuelve gris y se asemeja mucho a la de las arpías. Es entendible el por qué se ocultó con ellas, uso un buen camuflaje.

— No deberías verla tanto —la mano de Kenma empuja mi rostro hacia la ventana de madera, gruño y lo único que hace es darme suaves palmadas contra mi mejilla—. Solo busca a Kageyama, eso te distraerá.

— Ella tiene puesto un costal en la cabeza, nada va a pasar.

— Mejor prevenir.

— Kenma, tranquilo. No me volveré loco —aunque no pienso hacer ninguna promesa al respecto— y si lo hiciera, estas cosas no van a permitir que me transforme —levanto con pesadez mis manos, las cuales tienen las esposas alrededor de mis muñecas.

— Incluso con tu apariencia humana eres alguien de temer, eres un categoría dos.

— Hey, ¿puedo saber qué pasa entre Lev y tú? —su mano se aparta de mí como si le quemara, volteo a verlo con una sonrisa zorruna y Kenma solo estampa diestra contra mi rostro— Auch.

— Mantén tu cabeza en la misión, ¿quieres?

— Lo hago, pero el tema de que te estés revolcando con el demonio del director es mucho más llamativo.

— No me estoy revolcando con él —achica sus ojos, viéndome con enfado—, solo nos gustamos.

— Sí, a mí me gusta Kageyama y ya hemos...

— No quiero saberlo, ¿de acuerdo?

— A lo que voy es... ¿por qué?

— Es un idiota, pero está al pendiente de mí. Es irritantemente agradable —por fin quita su mano de mi cara, viéndome con una suave sonrisa—. Pensé en dejarle de lado o mandarlo a la mierda, pero después de lo que dijo el Rey Demoniaco pensé que era mejor no decir "no" a nuevas experiencias.

— Bueno, el correo al infierno es poco tardío, pero puede funcionar.

Dos golpes contra la madera de mi lado me hacen voltear y me encuentro con Bokuto, quien señala al frente. Doy una ojeada a Kenma, él asiente y bajo del carruaje, cerrando la puerta tras de mí. Sigo a mi amigo hasta llegar a lo que parece ser nuestro problema ahora, un estúpido camino de mierda. No puedo describirlo mejor.

Las afiladas rocas, el descenso de picada y al final de la ruta que debemos tomar, un denso bosque que promete tener un sinfín de problemas para nosotros.

Hago una mueca, doy la vuelta y camino hacia los "caballos", cosas más feas he visto en mi vida, pero estos en definitiva casi toman el primer lugar. Les desato de las sogas que los mantienen sujetos al carruaje, estoy solo se quedan unos segundos quietos antes de desvanecerse en humo.

— ¿Caminando? —cuestiona Tsukishima, uniéndose a nosotros— Deben de estar locos, eso de allá abajo es una trampa mortal.

— Pero es el camino corto —Suga nos hace compañía, a pesar de estar sonriendo sus ojos demuestran lo triste que se encuentra y es normal, Daichi no le ha hablado por una semana—, tenemos que seguir.

El Demonio PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora