❀ t w o ;

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Por alguna razón, la sensación de nostalgia llegó a él, supuso que fue el escenario en el que estaba.

Caminando por la calle, haciendo un frío como nada más podria hacer en Enero, y además mientras anochecía. Fingía no recordarlo, más bien, no quería recordarlo. Desde que pisó Seúl, supo que sería un caos, aún si le pidiese a su cuerpo no ir tras él, de igual manera, lo haría, porque nunca estuvo en sus manos el dejarlo, nunca fue su elección, aunque para el castaño sí era así. Y no tenía problema con eso, ya que de cualquier forma, era su culpa y lo aceptaría.

Sonrió sin gracia.

Era un descarado, en todo el sentido de la palabra.

¿Por qué actuó atrevido en cuanto lo vio?

¿Desde cuándo era así?

Nada tenía sentido. Esperaba arreglar todo, sabía que sería difícil, ya que era seguro que el mayor lo detestaba, y esos pensamientos se comprobaron cuando el castaño se negó a siquiera estar en la misma habitación.

Algo que no pudo evitar fue, sonreír, de verdad lo seguía amando, todo se había detenido en el momento en el que se perdió en esas orbes tan expresivas.

Pero lo golpeó la realidad para decirle “¿De verdad creíste que te recibiría con los brazos abiertos?, Jajajaja”.

Siguio vagando por esas calles algo desconocidas, con la esperanza de que al menos el castaño volviera al dormitorio a acomodar sus cosas, —aunque lo más seguro era que solicitaría un cambio—.

(...)

Después de caminar un poco, encontró un parque con un lindo puente, apoyo sus codos en la barra, pensando sobre lo que había hablado con Kun-gē.

No quería llegar a lastimarlo, no era el tipo de persona que necesita ver a su ex destruido.

Sus manos comenzaron a temblar al recordar cómo las posaba en su cabello, sus manos, sus mejillas... suspiró, no podría ser que aún siguiera teniendo ese efecto en él, siendo sólo un recuerdo, nada más.

Realmente lo lastimó al irse a Alemania sin decirle antes, simplemente desapareció y después ya no supo nada del menor, no contestaba sus llamadas, ni sus mensajes, intentó mandarle una carta, pero jamás hubo respuesta.

Prefiriría mil veces perder a alguien que usar a alguien

Era lo que había dicho ese infeliz cuando se dignó a contestar una de sus llamadas, y sólo porque lo llamó desde el celular de una de sus amigas.

Los niños corrían de aquí a acá, las parejas iban tomadas de las manos, algunos solamente se tomaban fotos, ya era de noche.

“18:57” miró en su móvil.

Tendría que regresar en algún momento de cualquier forma, así que lo afrontaría ahora para después simplemente ignorarlo.

Caminó hacia los dormitorios de la universidad, cuando llegó a su habitación, grande fue su sorpresa al no estar ese mocoso cuyo nombre no quería ni pensar.

Sus cosas ya estaban ahí desde la mañana, lo único que haría es acomodar un poco, comer algo rápido, ducharse y dormir. Y esperaba hacerlo sin compañía.

(...)

Yangyang volvió un largo rato más, ya que se distrajo en la librería, tendría que trabajar en su coreano, no quería cometer errores.

Después de obtener libros de coreano básico hasta avanzado, decidió volver a los dormitorios.

Ya estando allí buscó con la mirada al mayor, pero no había rastro de él, hasta que escuchó el sonido de la regadera, se sonrojó, pero se obligó a pensar en otra cosa.

Acomodó sus libros y tomó una de las tantas sodas que había traído. Sonando ese particular sonido, estaba nervioso, era como la tranquilidad antes de la tormenta.

Tomó asiento en la que había decidido que sería su cama, cuando dejó de escucharse el agua caer, ahora sus manos estaban sudando.

Unos instantes más, el castaño salió con una toalla pequeña en su cabeza y ropa cómoda.

— Hola, así que volviste. — Dijo y agradeció que no bajó la mirada ni tartamudió.

— Si...— Realmente no sabía que decir, así que atinó a sólo decir “si”. Dando inicio a un silencio bastante incómodo.

Yangyang se aclaró la garganta, y posó su mano en su nuca a la vez que se paraba de pie.

— Amm, quería pedirte discul—.

— No es necesario, eso ya está en el pasado.— Interrumpió al menor. — De cualquier forma tendremos que convivir, así que solamente no hagámoslo incómodo, sería molesto para los dos, ¿sí?.

Yangyang lo miró con los ojos ligeramente más abiertos, no esperaba que estuviera tan tranquilo, esperaba que le gritara, lo golpeara, pero parece que de verdad ya lo olvidó.

— Claro, si así es como lo quieres. — Aceptó un poco intimidado.

— Sí. — Respondió mientras se acomodaba en su cama. — Me iré a dormir. — Avisó dándole la espalda.

— Bien.

Ahora sí estaba hecho un lío.










𝚜 𝚘 𝚏 𝚝 𝚌 𝚘 𝚛 𝚎   «𝚡 𝚒 𝚊 𝚘 𝚢 𝚊 𝚗 𝚐»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora