Capítulo 1

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Dicen que antes de morir, tu cerebro envía señales a todo tu organismo para alertarte e intentar hacerte reaccionar.

Es lo que siento en el momento que mis dientes comienzan a casteañear perpetrados por el fío que siento en cada fibra sensible. Mis uñas intentan rasguñar la arena que se escurre entre mis dedos y salgo del profundo sueño que me tiene atrapado. Un sueño oscuro, negro, profundo donde no se ve abslutamente nada, la oscuridad más espesa y temeraria.

Intento respirar con enorme dificultad hasta que finalmente una enorme bocanada de agua sale de mi nariz y mi boca, mientras permanezco de costado.

Toso con desesperación en busca de algo de oxígeno. Con un enorme esfuerzo afirmo las manos en la arena e intento arrastrarme con la vista nublada mientras el agua sigue cayendo desde mis fosas nasales y mi boca. Intento pensar en algo coherente, pero no llega a mi cabeza más que el enloquecido deseo de encontrar calor, un abrigo.

Todo mi cuerpo comienza a casteañear y pienso en que es un acto reflejo del sistema nervioso autónomo para encontrar un mínimo recurso que le dé calor al cuerpo.

"Supervivencia".

Nada más. No puedo pensar en otra cosa más que sobrevivir.

Pero, ¿cómo es posible que sepa sobre estrategias de urgencia ante necesarias estrategias que permitan mi supervivencia?

Afirmo mis rodillas en la arena, ya pudiendo recobrar el oxígeno. Levanto la vista. Un largo territorio de arena se extiende delante de mí en un frío día.

Algo me hace pensar que este sector en verano debe ser bastante poblado, pero evidentmente no he llegado en el momento del año adecuado y no es que ande haciedo turismo precisamente.

Miro hacia atrás.

Miro las olas batiéndose y pienso en que el agua me trajo a la orilla.

Pero, ¿cómo? ¿Qué ha sucedido?

Mi respiración comienza a agitarse con violencia mientras busco levantarme torpemente y alejarme del agua que amenaza con devolverme y, esta vez, enterrarme en su profundidad.

Torpemente me pongo de pie y capto que estoy desnudo. Completamente desnudo y un ardor tajante en mi espalda. Una de mis piernas tiene sangre y agua como si me hubiese herido, pero no de manera reciente, aunque la humedad hace que gotee en la arena.

Sigo con dificultad observando la calle que linda con la costa playera a unos cuantos metros. Los autos van y vienen a plena luz del día, los edificios se ven activos, pero no es mucha la gente que pasa de un lugar a otro, todos con abrigos y tapabocas como si fuese una ciudad contaminada.

Hasta que entorno los ojos y grito con la poca energía que queda de mí un desesperado pedido de auxilio:

—¡A... Ayuda!—pido desesperadamente. Seguro de que mi voz ha de estar sonando con menos fuerza de la que intento—. ¡Por...favor! ¡Que alguien...me...ayude!

Ya cerca, pero no lo suficiente, un oficial de policía parece distinguirme a lo lejos y corre en mi dirección, sacando su handy para llegar hasta mí y decir unas palabras. Corre en mi dirección, pero mis piernas fallan, haciéndome caer nuevamente a la arena y encogerme en posición fetal presa del frío.

—¡Señor!—grita como si me reconociera—. ¡Señor, quédese donde está!

Sigue en mi dirección y se saca la chaqueta de policía con la que me envuelve mientras le escucho dar unas coordenadas por el handy.

—Señor, míreme.

Toma mis rostro, mide mi pulso cardíaco y le escucho dar una maldición.

—¡DE INMEDIATO!—vuelve a decir por su telecomunicador.

Pero las fuerzas se me están agotando y pese a que el abrigo intenta hacer lo suyo, ya no soy capaz de sentir los dedos de mis pies ni mis manos. Estoy mojado, con frío, herido y sin un jodido pensamiento coherente.

—Señor, estará bien—me promete.

O eso creo.

Porque es lo último que consigo escucharle, seguido de un helicóptero que cubre el sol y cierro los ojos para regresar a la oscuridad temida.

Ahora, parece ser el único lugar seguro donde puedo estar.

¿Qué demonios sucede conmigo...?

Esposa del Presidente (FRAGMENTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora