Día 2
VALERY
Aguardo, pegada a la entrada principal con la nariz prácticamente pegada a la puerta de vidrio aguardando que el equipo de seguridad considere óptimo que Chris puede regresar a casa de una vez, aún sabiendo que quizá no sea lo mejor.
No he podido dormir, invadida por la inquietud de no saber qué sucederá. Ya sé que él físicamente está bien, que más que algún hematoma, golpe o lesión que necesitará de cuidados un poco más intensos en su pierna, no ha tenido.
Pero, ¿qué tan duro tuvo que ser el trauma como para que haya olvidado todo? Al menos, en su mayoría de las cosas, no sé cuánto tiempo dure esto, pero no me la estoy pasando bien en absoluto aún teniendo en cuenta que está vivo.
Me invade la inquietud de no tener muy en claro lo que sucederá ni de poder salir corriendo a pedir ayuda, quizá una opinión terapéutica profesional o hablarlo siquiera con mi madre. La indicación de mantener en secreto a cal y canto las condiciones psicológicas de mi futuro marido han sido una indicación clave en todo esto.
Y me cercioro aún más mientras sostengo el móvil y escucho la declaración que brinda el Presidente del Partido Demócrata en conferencia de prensa:
—El actual diputado y candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Chritopher White ha sido encontrado perfectamente de salud gracias al grupo de rescatistas que trabajó incansablemente hasta dar con su paradero. Tenemos presente de que se trató de un acto terrorista y la CIA junto al FBI se encuentra peinando todos y cada uno de los recovecos para dar con los responsables. Se ofrece recompensa para cualquier persona que nos pueda proveer de información.
No sería la primera vez que debo ocultar algo para proteger la imagen de Chris o de su familia al igual que para proteger a toda el Partido que nada tiene que ver conmigo.
Una voz proviene desde la entrada lateral a la sala que conduce al ingreso privado que nos previene de la prensa o de cualquier riesgo asentado en la entrada principal a la casa.
El señor White, padre de Chris, avanza haciendo sonar sus zapatos en toda la casa. Su altura es infinitamente superior a la mía, herencia óptima que legó a su hijo, pero no es eso lo que me intimida sino su sonrisa fija, petrificada, de siempre. Esas que no separan los labios más que para hablar ni marcan arruguitas en las comisuras de los ojos para luego dejar entumecidos los músculos del propio semblante.
—Querida Valery.
—Señor White—le saludo.
Él avanza hasta quedar de pie, delante de mí.
—Oh, por favor, ya te he dicho que me llames por mi nombre de pila.
—Es difícil acostumbrarme a algo así, sobre todo cuando se encargó de poner una clara diferencia entre usted y yo durante largo tiempo.
Pero finalmente me terminó "aceptando". Quizá, porque no tenía opción.
Seguramente que el señor y la señora White hubiesen preferido que su único hijo contrajera matrimonio con alguna chica de doble apellido y no con una organizadora de bodas que intenta vivir el día a día. Aspecto que se ha visto facilitado desde que vivo en la casa de esta familia, pero que no me hace depender en absoluto para subsistir, me las he sabido apañar desde siempre y así seguirá siendo.
—Oh, vamos, cualquier miembro de mi familia me llama John. Sería extraño que tú me llames de manera distinta frente a la presan, ¿no crees? Podrías empezar a practicarlo puertas adentro hasta el día del matrimonio. Después de todo, mi hijo ya apareció.
ESTÁS LEYENDO
Esposa del Presidente (FRAGMENTO)
RomanceÉl dicta las reglas. Ella no puede resistirse... ¿Serías la esposa del Presidente? ~Narración explicita. Actualizaciones diarias. +18~