"Vuelve a mí, Incluso si este mundo desaparece.
Aunque deba esperar mil vidas, lo haré, sólo por ti.
Esta es mi eterna promesa, la cual ni el ser más poderoso logrará quebrantar.
Renace, amor".
Te amo, Jinyoung".
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Al mirar la luna el corazón dolía y la tristeza llenó su pecho; lágrimas traicioneras, no dejaron de ceder, a lo largo de las mejillas- ¿Qué sucede conmigo? – formuló Jin, abrazándose a sí mismo. Aquella noche las estrellas lo parecían acompañar en una eterna danza, majestuosa e infinita; rogó al cielo para que brindara protección a su hermano menor, además de felicidad eterna junto a las personas que ama.
Sus pasos fueron más ligeros, luego de aquella plática celestial y con una gran sonrisa en el rostro decidió ir a casa. Sin embargo, no se percató de que alguien más admiraba el firmamento, enajenado y triste, la maldita soledad consumiendo cada parte de su ser. Por algún motivo, Jaebeom, creyó ver el cálido reflejo del príncipe heredero- Jinyoung...- clamó al viento, buscando sin éxito al hombre añorado.
La realidad azotó al gumiho, resultaba imposible que Jin estuviera en aquel mundo. Después de tanto tiempo, finalmente, la maldita diosa lo alejó del único ser que amó alguna vez, devastándolo por completo. Requería un trago y olvidar, en otros cuerpos, el sabor de aquel sentimiento único e irrepetible.
El destino jugó, con malicia, sus nuevas cartas.
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"Vuelve a mí, Incluso si este mundo desaparece.
Aunque deba esperar mil vidas, lo haré, sólo por ti.
Esta es mi eterna promesa, la cual ni el ser más poderoso logrará quebrantar.
