Prólogo

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La magia es algo curiosa de tratar, no todos son tan especiales para obtenerla, solo los dignos la podrán dominar, poseerla es un regalo de los espíritus para ser intermediarios entre ellos y el mundo de los mortales.

El equilibrio es necesario en Ankara, si no existiera, no habría manera de mantener el poder, para que siga siendo así se necesita tener la parte corrompida de la magia, solo de esa manera el Aquelarre florecerá como debe ser; no importa cual sea el precio que se tenga que pagar para mantener la tranquilidad, incluso si es tener malditos a la familia Bach.

La maldición trasciende de generación en generación en el clan de las Bach, forzadas a quedarse en la congregación, sin poder utilizar sus poderes de la manera correcta, el objetivo de tener una familia como esta es que cumplen un papel importante en la congregación, verán dentro de todo bien existe el mal, hay una línea delgada entre la luz y la oscuridad, la cual provoca que la magia pueda fluir por cada integrante del Aquelarre.

En la familia Bach domina la oscuridad que el Aquelarre necesita, por años la familia ha cumplido con las expectativas de cooperar con el resto de la congregación, hasta que ocurrió el incidente de Edmond y Kelly Bach que iniciaron un ritual para romper los lazos con la congregación y así poder huir de ahí con su hija recién nacida, por desgracia no fueron lo bastante precavidos para evitar que su ritual se saliera de control y ocasionará un estallido de energía indomable que cubrió todo Ankara.

Tal energía que sobresalía de la tierra se transformaba en ligeros vientos ansiosos por ocupar un cuerpo en el cual poder habitar, esa noche de tormentas, en una de las cabañas de la congregación Aubrey Cabane daba a luz a la que iba a ser poseedora de tal implacable poder: Astrid Cabane.

Esa noche de terrible descontrol dejo a una hija huérfana y una criatura sin conocimiento alguno del gran poder que podría albergar.

La maldición de MarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora