En ese momento no nos dimos cuenta pero, si no contaba la esfera de agua, aquel fue el día en que todo empezó.
Las semanas pasaron como las escenas de las películas en las que las hojas del calendario empiezan a caer y Matthew Finnigan se convirtió en el nuevo miembro de nuestro grupo. Fue extraño al inicio, porque se sentaba con nosotros solo por trabajos ocasionales. Poco después, Iván lo invitó a un entrenamiento de baloncesto, Lily le recomendó un sándwich, yo un libro y, finalmente, éramos inseparables. Descubrimos que detrás de toda esa indiferencia a la gente, era un chico común y corriente. Era divertido, buen alumno y totalmente indiferente a su hermana.
En mi opinión, fue luego de que Iván se convenciera de que Matthew no tenía ningún interés en Lily fuera de la amistad, cuando ambos se convirtieron en grandes amigos. Compartían todas las clases y se les daba bien formar equipos en gimnasia. Lily estaba encantada y, no podía negarlo, yo también. Siempre me habían gustado los números pares y Matt me había recomendado varios libros encantadores. Aunque, por supuesto, tener cerca tanta perfección eventualmente empezó a hacer mella.
Con el resto de gente seguía siendo igual de callado, pero siendo amigos míos, Iván y Lily comprendían esta actitud mejor que nadie.
—Justo lo que necesitábamos —decía Lily durante las tres primeras semanas—. ¿No es perfecto?
—Supongo que sí —yo no me comprometía con nada.
—Pon un poco más de emoción Cris, ¿es que no te agrada?
—No he dicho nada —me defendí—. Es raro tener que conocer más gente.
Lily sabía de sobra que prefería mi mundo como estaba y que los cambios siempre eran complicados para mí. Pero era difícil que Matt no me agradara: nos gustaban los libros, me hacía reír y no era el tipo de persona que se entrometía en las vidas de los demás.
Excepto por aquel incidente en la antigua cabaña. Estaba obsesionada con eso pero ni con toda la ayuda del mundo habría descubierto algo sobre aquello.
Me resigné a esperar, como los personajes de mis libros, a que algo más pasara. Pero los días se deslizaban amenos y completamente normales.
Matthew, poco a poco, había ido ganando confianza con nosotros y nos contaba cosas sobre los lugares en los que había estado antes que, a diferencia de lo que imaginábamos, solo habían sido dos ciudades grandes. Eso hacía que su llegada al pueblo careciera de sentido, pero él ponía los ojos en blanco y decía que su madre necesitaba un poco de paz.
De vez en cuando, incluso se permitía bromas fuera de lugar. Un jueves, saliendo de Historia, la única clase que compartía con él y no con Lily, nos cruzamos con Aleix. Había sido mi primer y último novio, y todo había terminado mal cuando decidí que en verdad no me gustaba y solo había estado con él por curiosidad. Aunque estaba casi segura de que le pasaba lo mismo, Aleix desarrolló a la perfección el papel de víctima, luego de las cortas dos semanas que duramos juntos. Cada vez que me lo cruzaba, me limitaba a dar la vuelta y esperar a que pasara. Sin embargo, con Matthew a mi lado, iba a resultar demasiado evidente.
—¿Qué pasa Cris? —inquirió él, notando mi exagerada indiferencia.
—Nada.
—Cris —insistió Matthew. No era el tipo de persona que se quedaba en silencio ante las evasivas.
—Chico a la derecha —dije con voz aguda—. No te gires, fue mi novio.
Matthew le lanzó una mirada furtiva.
—¿Ese es tu ex? —puso una sonrisa burlona.
—Sí —contesté sonrojándome—, y deja de mirarle así.

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La guerra del mar
FantasyCibroal... Ese pequeño pueblo que parece una "isla". Lo mismo de siempre, la misma gente, los mismos edificios, el mismo aburrimiento... Cuando allí el hecho de que una nueva familia se mude sea equiparable a la noticia de una catástrofe mundial. Qu...