Aquel viernes, el sol había salido inexplicablemente. Se suponía que ya estábamos en época de lluvias e, indudablemente, el clima se zurraba en la estación y nos mandaba un sol con trinar de los pájaros por la mañana y todo. Solo en Cibroal podía pasar semejante cosa.
Mi madre, por supuesto, estaba encantada.
—Ha salido el sol —dijo como si aquello fuera la noticia del siglo—, será un día precioso. Abre las cortinas y deja que este lugar se llene de buenas vibraciones, por favor.
Arrastrando los pies, le hice caso y pronto toda la casa relució como si las paredes estuvieran pintadas de amarillo en lugar de aquel color azul claro que tanto me gustaba. Yo misma las había pintado un verano que no tenía nada que hacer ya que el color rosa pálido que me rodeaba empezó a hostigarme. Solo la habitación de mi madre seguía conservándolo, pues se negó categóricamente a dejarme tocar algo de allí.
Yo sabía cuánto adoraba el rosado; o, en general, todos los derivados del rojo. Alguna vez aventuré la teoría de que tuviera que ver con mi padre y su cabello color rojo fuego, igual que el mío. Él había muerto hacía más de siete años y estaba segura que mi madre todavía lo extrañaba. Tenía nueve años cuando chocó contra aquel turista en medio de la madrugada y aún recordaba su sonrisa franca y aquella arruga que se le formaba en lo alto de la nariz cuando tenía un reto delante. Mi padre había pintado esas paredes y yo había osado volver a hacerlo, de otro color.
Mi madre y yo habíamos sobrevivido con el dinero del seguro y los ahorros de ambos durante un tiempo. Luego, con el carácter incansable que tanto admiraba, decidió que debía conseguir un trabajo. Sant Pol de Mar quedaba a una hora del pueblo en autobús y era una ciudad que bullía de actividad gracias al turismo. Mi madre logró conseguir empleo y viajaba cada día hasta allí. Obtenía lo suficiente para mantenernos a las dos. Lo demás, lo ahorrábamos para la universidad. Además, yo esperaba con ansias poder trabajar, pero ella se negaba, insistiendo en que debía concentrar mis energías en estudiar.
—Así está mejor —sonrió mi madre, poniéndose los zapatos de tacón e intentando peinarse al mismo tiempo.
Le devolví la sonrisa mientras terminaba de freír los huevos. Los coloqué sobre un plato y los puse en medio de la mesa. Observé el humo elevarse mientras decidía qué otra cosa me apetecía desayunar. Sentía que nada podría pasarme bien por la garganta, así que solo me hice un poco de café y me apoyé en el lavabo mientras veía a mi madre deambular apresuradamente por toda la casa. Apareció en el marco de la puerta, lista para irse y se comió los huevos en un santiamén.
—Terminaré en el camino, cariño, quiero disfrutar un momento de la vista en el puerto. Suerte hoy en el instituto.
—Buen día, mamá —dije, dándole un beso en la mejilla.
Mi madre salió por la puerta con una manzana en una mano y una botella de agua en la otra.
Le encantaba quedarse en el puerto en un día soleado. Debía traerle recuerdos de un tiempo en el que yo no existía. Sabía perfectamente que había sido en el puerto donde mi padre le había pedido que se casara con él y en el que, durante mi primer año de vida, vivimos en una casa cerca del mar. Luego, mi padre desempolvó sus ahorros y compró la que tenemos ahora. Mi madre solía decir que a él le gustaba el mar…pero de lejos.
Me vestí sin ganas y me dirigí al baño. Me enfrenté a mi imagen en el espejo y bufé.
No soy la chica más guapa del instituto (ni la más fea) pero aquel día lucía bastante mal. Acababa de salir de un resfriado y me había quedado hasta tarde terminando un libro, ¡pero no había derecho a esto! Suelo tener un rizado cabello rojo fuego, completamente indomable, que cada mañana me hace lucir como si llevara a todas partes un nido de pájaros, pero esto era como si un niño con pésima puntería lo hubiera destrozado todo.
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La guerra del mar
ФэнтезиCibroal... Ese pequeño pueblo que parece una "isla". Lo mismo de siempre, la misma gente, los mismos edificios, el mismo aburrimiento... Cuando allí el hecho de que una nueva familia se mude sea equiparable a la noticia de una catástrofe mundial. Qu...