El espectáculo

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Exactamente un mes después, Matthew nos invitó a un show.

—No es uno común —me explicó cuando terminamos Historia—. Es un espectáculo de títeres que solo está de pasada. ¿Queréis ir? Mi padre tiene entradas para regalar. El único problema es que será a las nueve de la mañana, por lo que implica tener que levantarse temprano. Por favor, quiero salir de casa. Os llevaré por helados —ofreció.

—Está bien.

Matthew me miró sorprendido por lo rápido que había aceptado pero solo atinó a sonreír.

—Gracias —me abrazó con tanta fuerza que me quitó el aliento.

—¿Me has visto cara de peluche o qué? Déjame respirar. Ahora nos falta convencer a Lily de levantarse temprano —agregué—, y eso sí que va a ser difícil.

Y sí que lo fue, tuve que hablarle durante todo el almuerzo.

—Será divertido —me sentía tan optimista que las palabras fluían libremente—. Por favor, nunca tenemos oportunidad de hacer nada nuevo.

Lily empezó a jugar con sus dedos. Sabía que aquello era estar a mitad de camino de la victoria.

—Está bien —dijo finalmente—. Vamos a Sant Pol de Mar.

Pasamos una de las tardes más maravillosas que recordaba. No era una persona adicta a las salidas pero aquella fue particularmente divertida, y culminó con nosotros en el café del pueblo, tomando una cena pequeña. Matt nos contaba sobre sus planes de llevar a su madre al espectáculo al día siguiente.

—Supongo que tendré que conducir.

—¡Qué envidia tener un Mercedes! —dijo Iván, quien también había ido con nosotros, convencido por Lily en los quince segundos que le costó pedirle que fuera.

—Bah, tonterías. Ni siquiera es mío.

Lily casi escupió su zumo.

—¿No? —dijo intentando no ahogarse—. Yo pensé que eráis algo así como millonarios.

Ahora fue Matt quien intentó no ahogarse debido al ataque de risa que le dio.

—¡Claro que no! Es solo que mi padre acababa de ganar un caso muy importante. Me lo han dado porque mi madre se negó en redondo a aceptarlo.

—¿Tu madre rechazó un Mercedes? —dijo Lily aún más incrédula.

—Sí, bueno, no tiene muchos lugares a los que ir —dijo Matt volviendo a sonreír como si aquello no fuera gran cosa—. Tal vez te parezca sorprendente pero en la ciudad tener uno de estos coches es algo común.

—Lo sé —dijo Lily irguiéndose en su silla—. No tienes que tratarnos como pueblerinas, ¿sabes?

Matt frunció el ceño.

—No lo hago —dijo sonando sorprendido—, me agradáis realmente. Y si lo pensáis bien, solo he vivido dos años en una verdadera ciudad.

—¿Tanto te has mudado? —dijo Iván.

—Solo un par de veces —le recordó Matt volviendo a su comida de forma esquiva.

—¿Dónde viviste cuando eras niño? —dijo Lily súbitamente interesada.

Matt se lo pensó como si fuera una pregunta realmente difícil.

—En un lugar muy bonito, una ciudad de una isla en… Centroamérica.

Lily alzó una ceja, escéptica, pero no hizo la pregunta que yo quería hacer: ¿dónde naciste?

—Ya —su tono dejaba claro que no le creía una palabra.

Con todo, Matt se negó a decir algo más. Volvió a la conversación como solía hacerlo, preguntándome por un autor. Era, como había dicho la señora Cisneros hace unos meses, otro amante de los libros.

—Sin embargo, tienes que reconocer que su estilo es impecable, he aprendido tantas cosas sobre el antiguo Egipto con ese libro, como lo de la guardia…

—¡Pensaba en lo mismo! —exclamó él—. Pero la pintura fue lo que más me llamaba la atención, porque lo de la profecía ya quedaba claro desde el inicio. Esas cosas nunca salen bien…

Siguió hablando cosa de un minuto hasta que miró su reloj en un movimiento inconsciente y saltó en su sitio.

—Joder, es hora de irme.

—Apenas son las seis —dijo Lily extrañada.

—Sí, pero hay un par de cosas que debo poner en orden —dijo Matt rápidamente. En unos segundos estaba en la puerta diciendo adiós con la mano.

—Eso ha sido extraño.

—De todas formas creo que ya terminamos de comer —observé yo.

Lily se desperezó en el sillón y sonrió afablemente.

—Supongo que sí. Sé que si regreso a casa ahora moriré de aburrimiento, ¡hagamos algo divertido!

—Eso es algo más fácil de decir que de hacer —dijo Iván dando un último sorbo a su té helado—. Podemos caminar un rato —se inclinó a un lado para observar a través de la ventana— bajo la luna llena —terminó con una sonrisa.

—Suena como un plan para dos —comenté tomando mi bolso y sonriendo discretamente—. Y un libro me espera.

Iván y Lily me observaron salir embobados. Era divertido cómo ambos no se daban cuenta de lo que había entre ellos, se llevaban bien en tantos sentidos…

Como había dicho Iván, era una hermosa noche de luna llena, perfecta para encerrarme en casa y leer un buen libro. Eso fue de mucha ayuda, porque los días siguientes me deparaban una frase que volvió a hacerme recordar por qué Matt me había llamado tanto la atención hace algunos meses.

La guerra del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora