Unos días después, las cosas volvieron a la normalidad. Excepto por un detalle que a nadie pareció importarle pero que significó mucho para mí. Estaba pendiente de Matt desde el incidente en la cabaña del conserje. A decir verdad, si no fuera porque el chico no se fijaba mucho en nadie y porque nadie se fijaba mucho en mí, me hubiera calificado como acosadora.
Era miércoles y estábamos en clase de Literatura. El señor Garrido veía a la clase tan aburrida que decidió poner una de esas preguntas cuya respuesta te dan un punto más en el siguiente examen. Usualmente era yo quien las contestaba, a menos que se tratara de algún best-seller comercial.
—¿Quién era conocida como la reina del crimen?
La gente inconscientemente fijó sus ojos en mí. Puse cara de aburrimiento y levanté la mano para contestar a la pregunta, obtener el punto y que el resto de la clase siguiera su curso normal. Pero una mano más se levantó y todos empezaron a despertar del sopor que yo denominaba: modo automático para escuchar al profesor, tomar notas y salir de clase sin haber aprendido nada. Esa mano pertenecía a Matthew Finnigan. El profesor Garrido dudó sobre a quién darle oportunidad de responder, pero al final la curiosidad le ganó.
Mientras lo señalaba y decía su apellido, tuve un pequeño flashback: «He leído todas las obras de la lista».
—Agatha Christie —dijo Matthew como si hacer aquella pregunta en el último año de bachillerato le pareciera de lo más inverosímil.
—Correcto —el profesor Garrido se acercó al escritorio para anotarlo.
La clase lo miraba como si de repente le hubiera salido un ojo más.
—¿Qué? —dije al salir de clase mientras Lily lo comentaba—. Contestar una pregunta en clase no es nada del otro mundo.
—A menos que esa clase sea Literatura.
—Yo contesto preguntas en Literatura todo el tiempo y nunca me han mirado como un fenómeno.
Lily puso los ojos en blanco.
—Porque tú eres así. Y todos te queremos así. Es como yo resolviendo ejercicios en Matemáticas o Isabel siendo avasallada por chicos. Pero en alguien nuevo…es raro.
Lo capté en una. Cuando estudias en un lugar donde la lista completa de alumnos se puede poner en menos de veinte hojas, ser un nuevo y, para colmo, ser buen alumno en Literatura no era la mejor combinación.
Las cosas no mejoraron para el chico en clase de gimnasia. Todo el tiempo, Matthew se había negado a participar, alegando que se había roto la muñeca unos días antes de llegar al instituto, ayudando a cargar algo a su padre. Aquel día su excusa no le sirvió más.
Las chicas teníamos un rato libre mientras la profesora se dedicaba a pelearse con el conserje sobre la seguridad del equipo de deportes.
Matthew se unió al equipo con una cara de malas pulgas. Sin embargo, después de evitar hábilmente quedar involucrado en el juego, le pasaron la pelota. Su equipo iba perdiendo y falló extraordinariamente al hacer un pase.
—¿Qué pasa contigo hombre? —le gritó Roger Solà—. ¿Eres idiota o qué?
—Pues parece que los deportes no son su fuerte —susurró Lily a su lado—, una lástima.
Los chicos siguieron gritándole a Matthew y este empezó a lucir bastante molesto. La siguiente vez que le pasaron el balón casi pude sentir la tensión en el ambiente y la concentración de su rostro. Fue casi como una película el momento en el que corrió hacia el aro, evitando a todos los jugadores y encestando. Silencio en las gradas.
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La guerra del mar
FantasiaCibroal... Ese pequeño pueblo que parece una "isla". Lo mismo de siempre, la misma gente, los mismos edificios, el mismo aburrimiento... Cuando allí el hecho de que una nueva familia se mude sea equiparable a la noticia de una catástrofe mundial. Qu...