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La feliz pareja estaba llegando de su viaje, habían sido unas lindas vacaciones, el haber escogido ir al país del amor no había sido tan mala idea, pero tanto amor de regreso les hizo querer una sola cosa. Y ahí, dentro del baño del avión se encontraba Horacio junto a Volkov, su respiración rebotaba contra las paredes del cubículo, era realmente pequeño, pero esto no era impedimento para que ellos se fundieran en su completa lujuria.
—Joder Horacio —el ruso soltó un suspiro —para ya.
El otro chico hacía caso omiso a las palabras del mayor mientras seguía succionando con destreza su miembro, el estar haciéndolo en un lugar así le excitaba de una manera única, Horacio acercó su mano hasta su propio miembro y comenzó a masturbarlo mientras seguía con su trabajo, esto ocasiono un enorme escalofrío en Volkov que sin pensarlo tomó a su chico de la cabeza para poder meter mejor su pene provocando enseguida un par de arcadas en el menor. Pasaron unos segundos así hasta que el de la cresta sintió como Volkov se corría dentro de su boca, el semen inundó enseguida toda su cavidad bucal, no lo pensó más y lo trago. Horacio saco el pene de su boca mientras comenzaba a toser, la sensación había sido placentera pero no demasiado, él aún no terminaba de correrse, sus pensamientos se vieron interrumpidos al sentir como su pareja lo ayudo a levantarse para acercarlo hasta él y así sentarlo en el lavamanos.
—¿Me estás diciendo que aún estás duro? —la voz de Horacio era agitada.
—No necesitas preguntarlo.
Horacio sonrió acomodándose de tal manera que él ruso pudiera tener una mejor vista de todo —Solo mételo ya coño —dijo con una seductora voz.
El peli plateado tragó saliva, pero sin pensarlo por más tiempo tomó su miembro ya erecto y comenzó a introducirlo en la entrada de Horacio, el cual tras sentirlo comenzó a arquear un poco las caderas, era impresionante como pasaba el tiempo y él seguía sin acostumbrase al tamaño. No paso mucho tiempo cuando Volkov comenzó a moverse rápidamente, Horacio puso una de sus manos sobre su boca pues no podía permitirse el gemir en un lugar así.
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El rubio se mordió lentamente los labios, mientras se recargaba sobre la humeda pared, aún seguía en la ducha y la verdad es que le importaba un bledo si su pareja lo encontraba de esa manera, en cierta parte lo pedía a gritos. El chico tenía la vista completamente nublada mientras seguía masturbándose, no era su culpa, en esos días Conway había estado tan ocupado en su trabajo que no tenía tiempo para él. Pero ese día todo acabaría, su amigo junto a su pareja al fin regresaban de su viaje y su amante ya no tendría tantos pendientes encima. Gustabo retuvo su gritó al sentir como es que se corría sobre sus propias manos y enseguida se dejó caer por completo, no era la misma satisfacción, pero tendría que esperar un poco más.
