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Para el rubio aquella noche había sido simplemente maravillosa en su mente aun quedaban muchos recuerdos de la gran excitación que sintió en su momento, pero lamentablemente los días pasan rápido y ahora estaba ya en el bar junto a su amigo; Horacio había regresado ese lunes desde muy temprano, se le hizo extraño que jamás le dijo que pasara por él al aeropuerto si no que directamente lo cito en ese lugar, presentía que algo no estaba bien.
—Y ¿Cómo te fue en tu viaje? —Gustabo le dio un sorbo a su caipirinha tras la pregunta.
—Bien, como siempre, mi abuela rechazándome y el resto de la familia mirándome extraño.
—¿Por qué no me pediste que fuera por ti tío? Estuve esperando tu llamada desde muy temprano.
—Porque le pedí a Kalahari que lo hiciera, no lo sé imagine que estarías muy cansado —Horacio le dio un sorbo a su daiquiri sin dirigirle la mirada a su amigo.
Gustabo no tardo en darse cuenta de ello —¿Y a tí qué coño te pasa?
—¡¿Qué?! ¿Acaso no puedo estar así por el cansancio? —Horacio solo siguió bebiendo.
—Joder, pues si tan cansado estabas mejor te hubieras ido a descansar, menudo hijo de puta.
Horacio dio un suspiro —Creo que tienes razón me iré a descansar, será lo mejor —dijo mientras se levantaba.
—¡Pero cabrón si el que me habló fuiste tú y ahora vas a dejarme aquí como un gilipollas!
—Ay Gustabo no seas tan dramático, ya nos veremos el miércoles para hablar sobre lo del asunto de mi intercambio —las últimas palabras las remarcó con fuerza.
El rubio iba a protestar de nueva cuenta pero no pudo decir nada, solo vió cómo su amigo se alejaba del lugar, una rabia comenzó a invadirle, Horacio estaba actuando como un estúpido niño pequeño.
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—Y no crees genio que sea por eso que está molesto —ironizó con diversión Armando.
—Pero joder Armando, desde antes quedamos en que nada de ésto nos afectaría —el rubio se dejó caer sobre el sofá —en especial a él que es el más delicado.
—Haber Gustabo, es obvio que él se dió cuenta de tus intenciones; además que no fuiste ni lo mínimo de cuidadoso.
—Claro que lo fuí..
—¡Gustabo por dios qué Yun te encontró besándote con Volkov en su trabajo! —Armando comenzó a sacarse de quicio —¿Te imaginas acaso qué fue lo que pensó en ese momento?
—Ay vamos, Kalahari no es tan débil.
—No, no lo es, pero lo que si es cierto es que él estaba aún con la idea del gran amor que se tenían esos dos y de repente te ve a tí comiéndole todo el morro —Armando dió un suspiro —...aveces pareciera que le estás dando más importancia de lo normal a ese ruso.
