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Después de ese día todo siguió igual, las parejas habían tenido una excelente experiencia, pero eso no significaba que eso se detendría.
Había ocasiones en las que Gustabo iba a la oficina y al notar que Conway lo hacía esperar, se iba a la oficina de Volkov para comenzar a molestarlo un poco con el afán de querer seducirlo un poco. Con Horacio pasaba casi lo mismo, solo que él era cuando se topaba en ocasiones con Conway, ambos se dirigían miradas coquetas o seductoras.
Los cuatro estaban atrapados ahora en un juego que no sabían si tendría fin, estaban concientes de que el rubio había dicho que se vendría algo mejor para todos pero ¿Qué era exactamente? Viniendo de alguien como él no estaban muy seguros de cuál era la respuesta a esa pregunta. Pero había algo en lo que todos estaban de acuerdo consigo mismos, eso era que necesitaban algún consejo y pronto antes de que sus mentes explotarán debido a la adrenalina.
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—Jodeh no quelia tanto detalleh cablón —Kalahari se tapaba los oídos.
Horacio reía ante la respuesta de su amigo, era increíble como se apenaba tan rápido —Ay vamos como si tú no quisieras contarme lo que Armando hace contigo.
Yun se sonrojó un poco ante tal respuesta —Esah cosah no se dicen, pelo ese no es el chiste ¿Pala que me quelíah?
Horacio dió un suspiro —¿Creés qué seguir con esto sea lo correcto?
Esa pregunta dejo consternado a Kalahari —¿Pohqué lo plegunta?
—Bueno, es verdad que tras eso Volkov a cambiado un poco en la cama, pero eso no quita el hecho de que quiero probar más de todo esto.
—Pueh si tanto te apetece hazlo —el chino le dió un sorbo a su café.
—Pero Kalahari, tampoco quiero hacerlo, a pesar de tener el consentimiento de mi amigo Conway no deja de ser su pareja.
—Habeh Holacio, si lealmente todo esto te confunde ¿Pohqué aceptaste desde un plincipio?
—Por que quería probar un poco de la satisfacción.
—¿Entonceh qué te quejas? —Kalahari lo miro directo a los ojos —Mila, solo ten muy en mente algo... tú no fuiste el que puso el juego, al final del día si algo sale mal, no sela tuya la culpa.
El de la cresta pensó por unos momentos esas palabras de su amigo, tenía razón y vaya que la tenía, Horacio sonrió, al final no se arrepentida de nada.
( . . . )
Gustabo no paraba de mirar a su amigo, sabía que algo muy grave estaba ocurriendo con él, no llama a Kalahari por nada y lo sabía.
