Epílogo

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POV ALFRED

Ha llegado el día, y estoy tan nervioso como aquel niño que un día se presentó en Pamplona para conocer a la chica que había cambiado su vida de un plumazo, a la chica que le entendía como nadie.

Todo ha sido muy rápido. Hace solo unos meses que le pedí que se casara conmigo. Y mi idea fue clara desde el minuto uno.

-Amaia, quiero que nos casemos en Pamplona.

-¿Y eso?

-No sé, todo empezó ahí. Allí nos conocimos, allí nos dimos nuestro primer beso, allí fue nuestra primera vez, allí nos volvimos a encontrar. Creo que tiene que ser el lugar elegido-digo tirando de ella acercándola más a mí.

-No quiero que nuestra boda sea una atracción. Quiero algo íntimo, solo para nosotros. En Pamplona no lo sería.

-¿Entonces? Podemos elegir alguna finca cercana, quiero que sea allí. No sé, algún lugar que nos de la intimidad que necesitamos.

-Podíamos hacerlo en Sorauren. En casa de mi abuela. Lugar bonito, íntimo y bueno…no es Pamplona pero para mí es casa. Es lo más cercano a Pamplona que vas a tener.

-Supongo que si quiero que la novia asista tengo que aceptar.

-Estas en lo cierto-dice riéndose mientras deja un beso en la punta de mi nariz.

-Pues ya está, el sitio elegido. En realidad, solo me importa que esté tú.

-Eres un cursi de mucho cuidado.

Así que aquí estamos, meses después, es una zona boscosa en la parte trasera de la casa de su abuela. Un lugar de ensueño y con la gente que nos quiere. ¿Qué más podía pedir? Bueno sí. Que viniera ya la novia sino me iba a volver loco.

Me sudan las manos de lo nervioso que estoy. No puedo creerme como puede cambiar la cosa así de repente. Hace unos ocho años, la vida me parecía una mierda. Luego apareció ella. Si en un chat de internet, y mi vida volvió a tener sentido. Me levantaba cada día para ver esas palabras benditas “Amaia está en línea” esas palabras que me sacaban una sonrisa al instante.

Luego la conocí en personas, unos días, solo fueron eso, pero fueron los días más intensos de mi vida. Me enamoré perdidamente de ella, pero también supe que no era el momento. Para ninguno de los dos.

Tuvieron que pasar cinco largos años, donde volví a caer a los infiernos, donde me levanté más fuerte que nunca. Donde llore, grite, luché y llene mi vida de música hasta que esta última, volvió a ponerla en mi vida.

Hace un año  más o menos de ese encuentro. Un año donde hemos vuelto a conocernos, hemos vuelto a sentir esa conexión, un año donde nos hemos dado cuenta de eso, de que este si era nuestro momento. Y aquí estoy todos estos años después en el altar, esperando a la mujer de mi vida para formar parte de su vida para siempre.

La música empieza a sonar, y me giro nervioso para encontrarme con sus ojos allí a lo lejos. Sonrío como un tonto mientras la veo acercarse del brazo de su padre. No sé qué postura poner de lo nervioso que estoy.

Y entonces ya está aquí. Su padre deja un beso en su cabeza y coloca sus manos junto a las mías. Decir que esta preciosa es quedarse corto.

-Estas guapísima, pareces un ángel-digo nervioso y la veo sonreír mientras me acaricia el dorso de la mano. -Padre, ¿podemos pasar a lo de besar a la novia?

-Chiquillo, no corras tanto que tienes toda la vida por delante-me responde haciendo que todo el mundo rompa a reír mientras Amaia cabecea y sonríe sonrojada.

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