De pequeña yo tenía unas estrellas de plastico pegadas en el techo de mi habitación, de todos tamaños y formas que se iluminaban cuando el cuarto estaba completamente a oscuras, recuerdo que estaba esta luna color rosa por arriba de mi cama y cuando no podía dormir empezaba a contar cada una de las figuritas en el techo hasta que sin darme cuenta cerraba los ojos, actualmente ya he despegado las estrellas pero las tengo guardadas en un cajón de mi habitación, son cosas materiales pero aún así te hacen recordar buenos momentos o cosas importantes que te gustaría algún día contarles o mostrarles a los demás, si bien yo no puedo despegarme de unos pedazos de plástico fosforescente, no quiero imaginarme como se siente Rick en este momento mientras llevamos la bicicleta de su padre y su único transporte a una casa de empeño.- La intenté barnizar un poco pero no me quedaba suficiente para cubrir toda la bicicleta - me decía mientras caminábamos por la escarpa de la calle.
Sus manos se aferraban de los manubrios pero ninguno de los dos montábamos la bici, la teníamos justo alado mientras platicábamos haciéndola rodar lentamente a nuestro paso.
- Para mi se ve bien
- Por favor, esta calle esta más limpia que sus ruedas
Eso ya era una ofensa para la bici, el lugar era la cuadra más sucia de Ketchikan, la parte oscura y desconocida si lo quieren decir de una forma más misteriosa, se conforma de muchos callejones mugrientos, la perrera municipal y estafadores tratando miserablemente de vender sus cachivaches a turistas perdidos que solo vienen de este lado de la ciudad por la famosa vista al atardecer dentro del mar, aunque siempre terminan decepcionados, tanto humo y basura lo acaparan todo y nublan aquel soñado paisaje.
Apenas cruzamos por la perrera pude distinguir los ladridos escandalosos de todos los animales dentro, la mayoría perros callejeros con muy mala suerte, Rick frenó de golpe y por inercia hice lo mismo.
- ¿Por que páramos?- pregunté mientras Rick se quedaba viendo con ojos soñados el edificio que tenía escrito en un letrero "cuidado para caninos y anexos".
- ¿Puedes quedarte aquí con la bicicleta un segundo? - respondió con una sonrisa quisquillosa.
- ¿Porqué?
- Vas a ver, solo... confía.
Me entregó la bici con prisa y entró corriendo por las puertas transparentes de la perrera, claro como si todavía no confiara lo suficiente, esperé y esperé por largos minutos admirando los stickers graciosos que tenía pegado el asiento de la bici, un tanque de guerra y alado una rosa con espinas fueron los que más me llamaron la atención, con mi mano empecé a recorrer todo el metal desgastado cuando me topé justo por debajo del manubrio unas letras talladas en la pintura negra "Ben Costa".
- Su papá - froté las letras con las yemas de mis dedos
La puerta detrás mío sonó y rápidamente alejé mi rostro de la bicicleta, no había volteado cuando detecté un aroma muy fuerte y desagradable, perro mojado.
- Roma te presento a Tanque, Tanque ella es Roma, has un esfuerzo y no la muerdas.
Cuando voltee mis ojos se toparon con un golden retriever bastante grande y rubio, sacaba la lengua con agite y su cola bailaba frenéticamente en el suelo, sin collar ni correa, el perro solamente estaba sentado alado de Rick. Mi amigo al ver que yo no respondía decidió seguir.
- No puedo llevarlo a casa, no tengo las cosas para cuidarlo y seguramentre Nat me mataría, me empecé a llevar con el dueño del lugar y le pedí el favor que lo cuidara, solo tengo que pagar un par de centavos por su estancia - sacudió su mano sobre la cabeza del canino y este la acercó más hacia su palma.
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Tan real como en cuento de hadas
Ficțiune adolescențiEste es el caso de Roma Cazares, una adolescente invisible y cómoda en su soledad, ella nunca en su vida hubiera imaginado que rescatar a un chico de los policías la llevaría por fin a estar en paz consigo misma, y resolver uno que otro misterio de...