Viaje (parte I)

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—Escúchame bien, Gerard —hablaba la madre del niño, con un tono frío y seco, el metrónomo marcaba el tiempo, los ‘tic’s’ resonaban en la habitación mientras su madre daba indicaciones—, debes leer la partitura repetidas veces, tocarla una y otra vez, hasta poder perfeccionarla por completo. Debes tocarla tal y como está en la partitura, así como la pensó el compositor: perfecta y correcta, así debes tocar.

El niño volvía a practicar, una y otra vez, todos los días y durante horas, a veces se desvelaba solo para poder tocar la partitura correctamente. Cansaba, y mucho, pero de igual modo se esforzaba, en poco tiempo volvería a concursar, y debía quedar en primer lugar. Un día tuvo la osadía de tocar como se le dio la gana, una melodía con estilo propio, muy apartada de lo que pensó el compositor, pues, hacer eso fue una pésima idea. Aquel día recibió muchos golpes por parte de su madre, lloró y se asustó, sabía que no volvería a hacer algo así.

—¡Te has vuelto a equivocar! ¡¿Cuántas veces más voy a tener que decírtelo?! No vas a dormir hasta poder hacerlo correctamente, ¡Concentrate! —el sonido del metrónomo se hacía cada vez más fuerte, parecía ir más violento, aunque la fuerza no se podía medir, así lo sentía. Conforme más tiempo se quedaba ensayando, practicando, más cansado se sentía, y era algo lógico.

“Todo está en la partitura”. Todos los días podía oír esa frase, en ese entonces, las partituras podrían haber sido una verdadera pesadilla. Ir a clases a estudiar y al regresar tener que practicar más, era agotador. No salía, no podía; era algo casi imposible para él, mucho menos cuando se estaba preparando para competir. Y así fueron una tras otra, tras otra, las veces en las que participaba siempre hacía una actuación estupenda, rozando la perfección.

“Way ha vuelto a quedar en el primer lugar”, “es porque su madre es descendiente directa de uno de los mejores maestros de la nación”. Luego de haber ganado el primer puesto en una competencia, siempre de regreso a casa podía oír esa clase de comentarios. Desde la salida, había mucha gente criticando, hasta llegar a la puerta de su casa se repetían una y otra vez aquellas palabras. “A que tiene la partitura memorizada, de seguro es capaz de verla con los ojos cerrados”, “le creció el cabello, de seguro con él oculta las heridas”, “Sus lecciones duran de siete a ocho horas diarias, ¿cómo puede aguantar ese estilo de vida?”.

Él solo pasaba de los comentarios, los ignoraba, ya estaba acostumbrado a escucharlos. Caminaba lentamente, en dirección a su casa, no tenía una sola pizca de emoción por haber ganado la reciente competencia en la que había participado. Tan solo quería llegar y darle las noticias a su madre, la cual no había podido asistir debido a una cita médica.

—Qué digan lo que quieran, no me importa, yo soy el único aliado de mamá.

***

Jamia y Lindsay, ambas pedaleaban a toda velocidad con el fin de llegar a tiempo. Pudieron ver a lo lejos la sala de conciertos en la que se presentarían, Lindsay gritó de alegría y de emoción. Cuando estuvieron frente al parque en donde ocurrió el primer encuentro, la pelinegra frenó en seco, eso hizo que Gerard saliera disparado del asiento de la bicicleta y se impactara con el suelo. Probablemente se haya hecho alguna herida, pero eso no importaba en ese momento.

—¡Llegamos a tiempo! —gritó Lindsay, sin prestarle demasiada atención a la persona que estaba tirada en la acera.

—¡Lo logramos!

—Vayan ya, se les hará tarde —avisó Jamia.

—¡Ya nos vamos, ya nos vamos! —Frank agradeció a ambas chicas, ellas tenían que estar en la escuela pero faltarían para poder ayudar y apoyar a sus amigos, además, Lindsay no pensaba perderse la actuación de Gerard después de mucho tiempo.

Love's Sorrow (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora