Las llamas se alzaban contra el cielo nocturno, devorando lo que quedaba del hogar de Usagi en una especie de macabra danza de destrucción. El viento avivaba el fuego, dispersando el humo en todas las direcciones. Usagi contempló la escena con horror antes de seguir su camino, estremecida, sabiendo que nunca podría olvidar aquella visión.
Durante la huida a través del túnel había sido consciente de la pérdida de su casa, pero ver directamente su final era algo muy distinto.
Las sirenas de la policía y de los bomberos rompieron el silencio de la noche. Desde el lugar en el que se encontraban pudieron ver las luces de los vehículos que ascendían por la carretera de la montaña, desde el pueblo. Elysion era una localidad pequeña, pero tenía una brigada de bomberos voluntarios con todo el equipo necesario para realizar su labor.
Supuso que alguien habría visto las llamas y que habría llamado por teléfono. Ya era demasiado tarde, pero, a pesar de todo, le animó un poco.
Había pasado toda la vida en aquel lugar y había ayudado muchas veces a sus vecinos. Ahora, ellos corrían a ayudarla. Lo había perdido todo, pero tenía el afecto de aquellas personas.
Se dio la vuelta de nuevo y comenzó a bajar la montaña, en dirección al fuego. Tenía un montón de preguntas por hacer; para empezar, quién había provocado aquel incendio, y por qué. Pero las preguntas podían esperar. En cambio, sus vecinos y amigos no podían. Tal vez ya no pudieran salvar la casa, pero podían evitar que las llamas se extendieran al monte.
—Vamos —ordenó.
Una fuerte mano se cerró sobre su hombro.
—¿A dónde crees que vas?
—A ayudar en la extinción del incendio.
—De eso nada.
—No puedo marcharme así como así. Además, tú mismo has dicho que ha pasado el peligro —dijo—. Al menos tengo que hablar con mis vecinos para que sepan que estoy bien.
El hombre negó con la cabeza.
—No. Es mejor que crean que has muerto. Por el momento.
—¡No puedo hacer eso! —protestó.
—Y yo no puedo permitir que hagas otra cosa —espetó, implacable.
—¿Y qué ocurriría si alguien resulta herido, intentando rescatarme?El hombre que decía ser Darien se llevó una mano al hombro y contestó:
—Ya ha resultado herida una persona.
Por primera vez, Usagi vio la sangre que empapaba su brazo.
—Oh, Dios mío, estás herido…
Usagi se acercó y observó el estado de su brazo. Tenía una herida bastante grande y sangraba con abundancia, pero por fortuna no era demasiado profunda. Seguramente, tendrían que darle varios puntos y le quedaría una buena cicatriz. Pero los músculos no habían sufrido ningún daño.
—¿Cómo ha ocurrido?
El hombre se encogió de hombros. Usagi lo miró y pensó que con toda probabilidad habría sido en la casa, cuando la había cubierto con su propio cuerpo para protegerla de la explosión. Todo había pasado tan deprisa que no era consciente, con exactitud, de lo sucedido.
—Siéntate. Necesito mirarte esa herida.
Para sorpresa de Usagi, su acompañante obedeció. Se quitó la combinación que llevaba debajo de la falda e intentó romperla para vendar la herida. Pero le dolían tanto las manos que tuvo que morder la tela para conseguirlo.
Darien dejó que se encargara de él mientras intentaba encontrar la forma de convencerla sobre la conveniencia de que todos pensaran que había muerto. No podía decirle toda la verdad y, por si fuera poco, sus planes se habían ido al infierno.
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JUNTOS PARA SIEMPRE
AksiyonDarien Shields había cambiado de nombre, de vida y hasta de cara, y lo último que pretendía era poner en peligro a Usagi Tsukino, pero no pudo resistirse a la necesidad de ver de nuevo a la vulnerable mujer que había conquistado su corazón... Y así...