Martín
La agarro del brazo y la saco. Ella se despierta y abre los ojos de par en par mientras se queja.
—¿Qué haces? —balbucea.
—¿Tú en algún momento de tu existencia utilizas la cabeza? Vamos, que te voy a llevar a tu casa.
—No me llevas a ningún lado, me voy con Iker.
Venga, Martín, tranquilo... porque como en algún momento se le ocurra a ese tal Iker aparecer, no me voy a poder controlar. Tiro de ella, pero se niega y se resiste. Todo el mundo nos mira, es normal, está el coche de la policía a plena vista y yo estoy forcejeando con ella. Como no deja de ponerse cabezona, me decido por esposarla.
—¡Estás loco! —me chilla.
La arrastro prácticamente hasta el coche patrulla. Trinidad está flipando.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta.
—¿Me haces un favor? ¿Podrías seguirnos con el Fiat 500 de detrás?
Trinidad está confusa, pero siempre hace lo que le pido. Le quito las llaves a Georgina y se las doy. La monto en el asiento del copiloto y arranco. Trinidad va detrás.
—¿Vas a follarme en el coche de tu trabajo? —me pregunta mirando las esposas.
—Cállate. Eres una inconsciente. ¿Sabes qué te podría haber pasado si llegas a conducir así? Te pones continuamente tú en peligro, y también a los demás.
—No iba a conducir, listillo. ¿No ves que me estaba echando un pensamiento? —se queja.
—Esa es otra. Te pones a dormir en un coche abierto, a la vista de todos. Cualquiera podría haber abierto la puerta y te podría haber hecho daño. ¿No te das cuenta?
Estoy muy enfadado. Pensar que le podría haber pasado cualquier cosa me eriza la piel. No quiero que le pase nada a ella también. Eso me terminaría de matar, no puedo volver a pasar por algo así.
Llegamos a su piso. Aún esposada, la subo hasta su misma casa. Ya en su salón, mientras Trinidad me espera abajo, le quito las esposas.
Nos quedamos mirándonos por unos segundos. Estoy enfadado, decepcionado... y dolido. Estoy muy dolido. No debería sentirme así, pero me siento como si me hubiera sido infiel.
—Me voy —hablo—. Tú ve directa a la cama.
—¿No te quedas? —pregunta. Va demasiado borracha.
—Estoy trabajando, ¿o es que no te has dado cuenta?
—Y aunque no estuvieras trabajando, no lo harías. Dime, ¿con las demás tampoco duermes?
Me quedo confuso.
—¿A qué demás te refieres?
—A las que también te estás tirando —responde muy segura.
Pongo los ojos en blanco. Me ofende que lo diga con tanta seguridad. ¿Pero qué sabrá ella? Resoplo, y me contengo.
—Adiós.
Me voy. No sabe ni la mitad de la historia, y se cree en el derecho de sacar conjeturas. Estoy tan enfadado y molesto que cuando me reúno con Trinidad, me pregunta qué ha pasado y le respondo fatal.
***
La semana pasa y no sé nada de ella. Es tan orgullosa que ni me ha mandado un mensaje. Esta vez le toca a ella pedir disculpas. Continuamente tengo la tentación de llamarla, de ir a su casa... pero yo también tengo mi orgullo, así que espero con la máxima paciencia que tengo a que sea ella quien lo haga.
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A tu merced +18
RomanceMartín, un policía de Madrid a punto de ascender, disfrutaba de su vida sexual de una forma poco convencional... hasta que aquello ocurrió. Desde entonces, no es el mismo. Hace ocho meses todo cambió. Ver a sus amigos teniendo sexo no le excita, h...