Katsuki Bakugo, el soberano del territorio Bakugo, es un alpha dominante de 20 años temido por sus enemigos y conocido como una persona cruel, lleva toda su vida protegiendo su territorio, sin buscar ayuda de otros, ni tener a alguien a su lado co...
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Izuku recuperó la consciencia horas después despertándose entre rejas, a oscuras y en un lugar el cual no conocía. Intentando aclarar su vista mientras parpadeaba, logró ver dos siluetas frente a él.
-Hola supuesto hermanito.- Un peliplateado se plató delante suyo.
-Tú no eres mi hermano.- no lo había visto en su vida, no lo consideraba como tal.
-Eso ya lo sabemos, bueno supuesto futuro gobernante de Yagi, ¿Qué tal te siente estar en la prisión de tu propia nación?- Ahora, una mujer rubia un tanto mayor se dirigió hacia él.
-Se han equivocado de persona.- Obviamente Izuku no era tan tonto como para revelar su identidad así como así, recordaba la historia contada por su madre aunque se hubiera dormido al final, pero no por eso iba a olvidarse de lo más importante, lo iban a buscar, y había sido despistado, ahora le tenía cautivo, solo podía esperar a que su alfa lo buscara.
-No mientas omega, la marca de tu cadera te traiciona. Eres el heredero, aunque no por mucho tiempo, disfruta de lo que queda de vida en prisión.- Los dos individuos los cuales acababa de conocer, acababan de marcharse del lugar, dejando solo una tenue luz provocada por una llama. Gracias a la diminuta antorcha en la esquina de la pared, la cual estaba seguro desaparecería en menos de dos horas quitándole los últimos rayos de luz.
Empezó a observar el lugar, estaba rodeado por dos paredes de rejas, sin privacidad alguna, por suerte no parecía que había alguien alrededor suyo. El lugar estaba desierto, hasta que escuchó un gruñido tras de él. Un potente y fuerte gruñido que marcaba la superioridad de ambos, se giró lentamente para enfrentarlo rezando para que estuvieran separados por alguna reja. Al verlo su mano se colocó instintivamente sobre su vientre.
Un hombre de cabellos rubios y ojos azules con aspecto salvaje chocaron en su mira, estaba totalmente perdido en su bestia, pero por alguna razón, cuando sus ojos chocaron este parecía calmarse.
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-Cálmate ya estamos llegando.- Un pelirrojo a caballo hablaba intentando tranquilizar a su amigo, con fallas en el proceso.
- No puedo hacerlo, ¿no me ves? mi lobo me esta volviendo loco.- Su parte instintiva estaba a milímetros de volverlo salvaje, no aguantaría si no veía a su omega en sus brazos, más concretamente en su lecho alrededor suyo, y cubierto de su aroma.
-majestad ¿Qué haremos con la frontera?- Lida aún tenía sus dudas y rezaba porque su alteza diera la vuelta, cosa que la mayoría sabia, no iba a suceder.
-¿Eres imbécil maldito extra? Tu eres el capitán del ejército, vas a derribar la puerta mientras los demás la atravesamos.- lo tenía muy claro, iba a entrar, coger lo que era suyo, y arrasar con toda amenaza viviente, el no iba a ser tan benevolente como en la leyenda.