Capítulo 7: Algún día...

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Y ojalá sonrías y no te culpes ni te castigues;
tú cambias vidas, pero no destinos.
Solo una desconocida

[⚜️]

—Himeko, ¿estás segura por donde vamos?

—Que si, que si... ¿como puedes dudar de la grandiosa Himeko? ¿Acaso alguna vez te e fallado?

—No... bueno, si...—susurró lo último para que no le escuchara. Era de noche y acababa de escaparse de su cuarto en busca de la celda que le tenían encerrado a su amigo Kon. Aún no era el grandioso día para su fuga, pero por lo menos quería saber dónde estaba exactamente Kon para empezar a pensar de una vez como sacarlo de ahí sin preocuparse de su tamaño y peso—Himeko, esta es la tercera vez que pasamos por la misma estatua, ¿te estás orientando bien?

—Te juro que el camino es por aquí. Me memorize todo el canal subterráneo para exactamente no perdernos.

—Entonces debemos que darnos prisa, tarde o temprano se darán cuenta que no estoy en la habitación y me meteré en un lío. —ya llevaban media hora buscando a Kon en las mazmorras, y sinceramente todas las celdas les parecían igual. Lo único que encontraron habían sido algún que otro prisionero pero estaban más muertos que vivos, así que evitaron que los vieran.

—Oye, polluelo. —el llamado se lo quedó viendo—Al final, esa bola de pelo hizo un buen trabajo cortándote el cabello. Pareciera como si nunca te lo hubieran cortado o te hubiera crecido. —reía animada la ave, ignorando el puchero del moreno al recordar lo que pasó la tarde de ayer—Pero nunca le superará a Mito-san...—esto último lo dijo en un susurro, más para ella que para Gon.

Por un momento pensé que me iba a dejar calvo...

Pero realmente hizo un buen trabajo.

Después de caminar unos pocos minutos, se dieron cuenta que por el camino había rastros de humedad y musgo en las rocas. Era raro, ya que hace poco lo único vegetal o vivo que habían encontrado era una vela. Como dije, los prisioneros estaban más muertos que vivos, así que ellos no contaban.

Deberá haber un acuífero cerca.

Pensó el moreno, atento a lo que decía la lechuza—Si es que está gente me da malas vibras, si realmente solo son científicos entonces, ¿por qué coño tienen una mazmorra bajo su casa? ¿Acaso tienen un fetiche raro o qué?—Gon se la quedó mirando.

Era verdad. Es muy raro ir a la casa de alguien y encontrarse unas catacumbas subterráneas bajo su casa, cualquiera pensaría que lo invitaron para hacerle un sacrificio.

El moreno estaba tan metido en su mundo que llegó a chocarse con un objeto duro que le impedía el paso —¡Auch! Pero que-...—calló dramáticamente cuando se dio cuenta del objeto que se había chocado. Era una puerta arco de metal, con una ventanilla de barrotes que daba a ver el interior.

La ventanilla estaba demasiado alta para que el moreno alcanzara ver, y Himeko era demasiado "delicada" como para abrir y mirar adentro.

Gracias a su suerte, había plantas trepadoras por las rocas que rodeaban la puerta. Contó hasta diez... respiró y... se imaginó una escalera para poder subir y mirar.

Exactamente no le salió una escalera de su imaginación.

Lo único qué pasó fue que las plantas trepadoras empezaron a crecer y a rodearle, para luego levantarle hasta la altura de la ventanilla.

—¿Ves algo, polluelo?—preguntaba la ave mientras observaba como el infante se asomaba por la minúscula abertura con barrotes, acaparando todo el espacio visual.

El Monstruo | killugonkilluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora