Capítulo 23: Fiesta

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Jess

Las fiestas no eran lo mío.

No solía beber mucho, no consumía drogas, no me gustaba el olor a cigarrillos y me avergonzaba bailar en público... ¿Qué diablos hacía en esa fiesta entonces?

Dove estaba en cuatro, sobre la mesa con tragos; mientras un tipo que no conocía estaba bebiendo de la botella de cerveza que Dove tenía entre los senos. La gente alrededor los animaba como si fuera algo genial, pero yo pensaba "¿Qué están viendo mis ojos?".

En cuanto a Joe, él estaba en una esquina de la casa disfrutando de un oral que le estaba dando otro tipo que yo no conocía. Cuando me los encontré por accidente, corrí despavorida.

No era que yo fuera virgen, que nunca hubiera hecho un oral o que me creyera monja, pero jamás había hecho nada en público. Dentro de una habitación podía hacer muchas cosas, pero afuera, ni siquiera me gustaba besar a alguien muy fogosamente.

—¡Oye, Jess! —uno de mis compañeros se me acerco—. ¿Por qué tan sola?

No era un compañero que me agradara demasiado, era demasiado perfecto para mi gusto. Buenas notas, linda apariencia, presidente de generación, deportista... era todo.

—Pues, Dove y Joe están ocupados —respondí.

—¿Quieres? —me mostró una cajetilla de cigarros.

—No, no... no fumo.

—Bueno.

—¿Cómo haces deportes si fumas? —tenía curiosidad.

—La cajetilla es de un amigo, yo no fumo.

—Ah... Claro.

—Parece que le gustas a Noah... —me dijo de pronto.

—¿Noah?

—El de hotelería... El que todas las chicas aman.

Yo miré a mi alrededor y divisé a un chico que me miraba de vez en cuando, mientras conversaba casualmente con un grupo de chicos.

—Ten cuidado —agregó mi compañero—. Dicen que siempre consigue lo que quiere.

¿Lo que quiere? ¿Qué acaso yo era una cosa?

Cuando iba a reclamarle eso a mi compañero, noté que ya no estaba junto a mí.

Me comencé a sentir incomoda bajo la mirada del tal Noah, no había sonado como un bueno hombre.

Tomé mi celular y vi que tenía un mensaje de Milo: "Dejaste tu mochila aquí, genia".

«Chistoso».

Comencé a escribir un mensaje, sintiendo mis mejillas sonrojarse, y luego lo envié: "¿Puedes ir a dejármela al restaurante?".

Cuando bloqueé el celular, me di cuenta de que Noah ya no estaba ahí y sentí un alivio.

Un rato después comencé a sentir ganas de orinar, así que fui al baño del primer piso; pero en el momento que abrí la puerta, me encontré una orgia de cinco personas. No hice más que cerrar la puerta rápidamente, esperando que no me hubieran visto.

Fui a las escaleras y subí rezando para que el baño de arriba estuviera desocupado. Cuando llegué frente a lo que parecía un baño, entré encontrándolo vacío.

«Que alivio...».

Cerré la puerta y me senté en el baño. Mi celular comenzó a sonar en ese momento, lo tomé y contesté sin ver quien era.

—¿Aló?

¿Ahora soy mensajero?

—No, pero no te cuesta nada, ¿o sí?

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