Capitulo 5: Allanamiento

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Gracias a mi esguince de tobillo tenía que usar una tobillera para evitar empeorar la lesión y que se curara más rápido. Al menos podía caminar con cuidado, pero debía evitar hacerlo lo mayor posible.

—¿Cómo te lo hiciste? —me preguntó Joe, mientras caminábamos por la universidad.

—Me caí por la escalera.

Dove soltó una risa.

—Que estúpida. ¿Esta será tu décima vez?

Le di un empujón, bromeando.

Décima era muy poco... quizás era la numero dieciocho. La verdad era que había dejado de contar años atrás.

—¿Tienes algo que hacer hoy? —me preguntó Dove—. Con Joe iremos a comer pizza.

—Me encantaría..., pero sí tengo algo que hacer.

—¿Qué cosa?

Moví la cabeza de lado a lado.

—Es secreto.

Noté que Joe y Dove intercambiaron miradas.

—¿Estás haciendo algo ilegal? ¿Tu novio es narcotraficante?

—No, Dove. Claro que no.

—Porque si es así... podemos ayudarte a salir de ahí.

—¡Que no es nada ilegal!

Ninguno pareció muy convencido, pero dejaron de hacer preguntas y eso era todo lo que yo quería.

[...]

Estaba por llevar acabo mi plan C... que después de todo, si era ilegal.

El allanamiento no era tan terrible como traficar drogas o armas, menos si no tenías intenciones de matar a alguien.

La casa de Milo estaba en una esquina de la calle, mi plan era escalar el muro lateral que daba a la calle y que puede observar que no tenía rosales abajo, porque si caía en un rosal, terminaría una vez más en urgencias. Sabía que se me haría difícil el plan debido a mi pie, pero no podía esperar. Tenía que destruir a Milo Griffin lesionada o no.

Me estacioné en un supermercado cercano y caminé hasta la casa de Milo con mi mochila en la espalda.

Iba vestida completamente de negro y tenía el cabello amarrado en una cola para que no se interpusiera en mi visión cuando estuviera pasando el muro.

Cuando llegué junto al lado del muro que quería, saqué una cuerda con un gancho amarrado en la punta. La tiré hacia el otro lado, sin soltar el otro extremo de la cuerda, y luego la tensé para saber si estaba firme.

Quizás el muro media más o menos dos metros, pero necesitaba ayuda para escalar. Ni siquiera con el pie normal podría lograrlo.

Escalé hasta la parte superior y cuando pretendía saltar para caer hacia el otro lado, me desequilibré y caí al suelo de espalda.

—Agh, mierda...

Si no me había roto algo, significaba que tenía mucha suerte.

De pronto, sentí a alguien llegar junto a mí.

—Tú, otra vez.

Era el hombre de seguridad, Jay.

Yo reí nerviosa.

—Hola... Lindo día, ¿no?

[...]

Milo

Elizabeth y su padre me estaban haciendo la vida imposible.

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